La huelga de los futbolistas. No me amenaces
Por Esteban Jaramillo Osorio
No es divertida la trastienda del fútbol colombiano. En poco tiempo se abren y cierran las puertas, con fachadas a las reglas, sin límites, en tantos casos, ocultas.
Suelen aparecer con cierta periodicidad los retratos sombríos, que desnudan a sus protagonistas, dirigentes, entrenadores, árbitros, futbolistas y el sindicato que los aglutina, por las ambiciones desbordadas, el apetito de protagonismo, todos tan hambrientos de atención y adulación.
Son líderes, en varios casos, egocéntricos, ávidos de estatus, de figuración, dinero y poder.
La más reciente degradación tiene que ver con las amenazas de un posible cese de actividades de los jugadores, que en el fútbol se denomina “paro de piernas”, como represalia, con medidas extremas, por sus reclamos y exigencias no escuchados por parte de la dirigencia.
Episodio ya vivido, por allá en 2005, cuando los jugadores programaron una huelga, no cumplida, al comando de Iván Ramiro Córdoba, el presidente gremial y el director ejecutivo, González Puche.
Hicieron el ridículo porque los pedidos de aquellos años siguen siendo los mismos.
Nunca en Colombia, a pesar de los escándalos a lo largo de la historia, hubo un paro por parte de los futbolistas. El temor a las represalias, los inhibe.
Son profundas las divergencias entre futbolistas y dirigentes. Y entre estos y el sindicato. A pesar de que viven entre sonrisas y abrazos, se llevan “con la doble”…El doble discurso.
Son esclavos de oro los jugadores, burgueses bien remunerados, tratados como estrellas, ambiciosos, deseosos de morder el pastel de las utilidades que con cuidado y esmero defienden los dirigentes.
Ya retiradas, las figuras de ciclos anteriores como el Pibe y el Tino, demandaron a la federación por explotación indebida en el manejo de la imagen.
Perdieron en los tribunales.
Pretender compartir los derechos de Televisión y empoderar a los futbolistas con otras concesiones como los derechos de imagen es, a mi juicio, inequitativo.
Hay otros temas en los que los futbolistas podrían incidir en la reivindicación del fútbol como actividad colectiva y no proponiendo medidas de choque extremas, como la huelga, para sus beneficios personales.
Por ejemplo, en la evolución del juego, los niveles éticos de la competencia, en el respeto a los oponentes, a los árbitros y al público. Son, en muchos casos, deprimentes las presentaciones en las canchas.
Desde la agremiación que los representa poco se habla al respecto.
Las huelgas del fútbol no son productivas. Siempre deben agotarse las vías del diálogo sin soberbia, sin esquiroles, con efectivas intermediaciones y sin hipocresías.
Es el fútbol nuestro, en el que lo importante no tiene relevancia. Es desplazado por las urgencias y los escándalos.