Rafael Mendoza Quiñónez

Luto en el periodismo deportivo de la Capital, fallecio Rafael Mendoza Quiñonez
Notas como estas se escriben con el corazón. Ha partido hacia la eternidad el gran colega, pero, especialmente, el gran amigo, Rafael Mendoza Quiñónez, con quien compartí en el periodismo en Vanguardia Liberal y en El Espectador, durante más de 15 años. Estas letras, que son escasas para los merecimientos de Rafita, sirven para recordar retazos de una vida al servicio del periodismo y de los valores.
Por Alberto Galvis Ramírez
Director de la Revista Olímpica
Bogotá, marzo 12_ 2025_ RAM _ Rafael Mendoza Quiñónez, fallecido en la madrugada de hoy, en Bogotá, a los 84 años, fue el cundinamarqués más santandereano que conocí. Nacido en Ubaté, pero adoptado por Santander desde muy joven, fue uno de los periodistas deportivos colombianos de mayor reconocimiento, en las décadas de los años 70, 80 y 90, del siglo pasado.
Rafael Mendoza llegó a Bucaramanga como sacerdote, en los años 70, pero colgó los hábitos muy pronto, porque lo atrapó la pasión por la literatura y el español, que empezó a practicarlos como profesor del Colegio Santander, y en otras instituciones educativas.
Pronto fue reconocido por su excelente manejo del lenguaje y vinculado al diario Vanguardia Liberal, en su sección deportiva, a la que perteneció hasta 1980, periodo durante el cual compartimos en el trabajo periodístico, gracias a sus enormes capacidades, su inquebrantable ética y una mística aprendida en el seminario.
A su paso por Vanguardia Liberal, Rafael Mendoza creó el Primer Interclubes de Microfútbol, con participación récord de jugadores y equipos, que fue el comienzo del despegue de este deporte en Santander, región que se convertiría en potencia nacional.
En 1980 fue contratado por el diario El Espectador, de Bogotá, en el cual trabajamos durante los ocho años siguientes, que fueron inolvidables, por lo aprendido y por las experiencias de una época maravillosa en el diario de los Cano.
Aunque era polifacético, porque tenía la capacidad de informar sobre cualquier deporte, en El Espectador, Rafa Mendoza se destacó por la asertividad en los comentarios de ciclismo, facultad que le permitió especializarse en las informaciones de un deporte que vivió una época brillante, por la incursión de Los Escarabajos en el ciclismo europeo.
Gracias a la constancia de su trabajo y al adecuado manejo de sus fuentes y del lenguaje, Rafael Mendoza formó parte de los equipos de El Espectador y de El Vespertino, en los cubrimientos, inicialmente del calendario nacional de ciclismo, especialmente en la Vuelta a Colombia y el Clásico RCN, y después, cuando los Escarabajos se atrevieron a incursionar en el profesionalismo, en ocho tours de Francia, ocho vueltas a España, tres giros de Italia, dos Dauphiné Liberé, dos tours de L’Avenir, tres mundiales de Ciclismo, una clásica Guillermo Tell, además de muchas Vueltas al Táchira, carreras en las que despuntaron figuras que le dieron brillo al ciclismo nacional, entre las que se destacaron Lucho Herrera y Fabio Parra.
Además de las excelentes capacidades para el tema de los deportes, Rafael Mendoza fue polifacético, porque incursionó en otras especialidades del periodismo, para hacer cubrimientos en campos muy diferentes, por encargos de la alta dirección, la del inolvidable Guillermo Cano Isaza, quien le entregó toda su confianza, para salirse de los escenarios del deporte y manejar informaciones tan diferentes, como las relacionadas con el orden público.
Aunque el deporte de sus amores fue el ciclismo, a Rafael Mendoza se le recuerda por haber publicado un libro, pero de fútbol El equipo de ensueño, con agradables apuntes sobre el seleccionado nacional de fútbol dirigido por Francisco Maturana, en los años ochenta. “Este libro nació un atardecer de 1988, en Barcelona, España. Tras contemplar extasiado la Catedral de la Sagrada Familia de Gaudí y una exposición de Pablo Picasso entendí que el fútbol colombiano era arte puro, inspiración, plasticidad y magia. 48 horas después, el 24 de mayo, pude convencerme de que no estaba equivocado, cuando miraba asombrado a los periodistas ingleses, alelados con ese espectáculo de fantasía que dibujaba en el césped de Wembley, la selección de Francisco Maturana.
“Desde entonces quise conocer cómo había llegado el fútbol nacional a convertirse en atracción mundial y comencé a leer páginas y páginas de periódicos y revistas, casi exclusiva fuente de información, y fui sorprendido, porque la memoria me había traicionado muchas veces. Recordaba tantas derrotas de los primeros años, pero me había olvidado de su causa fundamental: la dura y larga pugna por el poder que libraban dirigentes bogotanos y costeños, que impedía conformar las selecciones y prepararlas, al menos, decentemente. Como todos los colombianos sentí orgullo por el 4-4 de Arica, Chile, ante la poderosa Unión soviética, en el Mundial de Chile, pero se me había ido a las sombras la verdadera magnitud de la hazaña: ese empate fue conseguido por un equipo mal preparado y mal dirigido, que se fue apedreado del país, que renqueaba por la leña que recibió en el partido con Uruguay y que no contaba con sus tres mejores jugadores: Carlos Arango, Delio Maravilla Gamboa y Francisco Zuluaga
“Pero la memoria no se pierde únicamente con el paso de muchas décadas. Pocos colombianos saben, que esa escuadra de locos geniales que apabulló a Argentina en el Monumental metió a Colombia en el primer mundo del fútbol. Pocos tienen presente los elogios encendidos de técnicos, jugadores y periodistas de todo el planeta. Pocos sienten hoy que estamos dejando escurrir de nuestras manos, un tesoro que nunca hemos valorado cabalmente», escribió en el prólogo de su libro El equipo de ensueño, de 315 páginas, publicado en el año 2003, por la Editorial Kinesis.

Alberto Galvis que el gran periodista Rafael Mendoza
Se ha ido Rafael Mendoza, con quien tuve la oportunidad de charlar largo rato en la más reciente celebración del Deportista del Año de Acord Bogotá, en Compensar, y puedo jurar que lo que más me alegró fue que se sentía feliz y lleno de salud, después de algunos quebrantos sufridos hace algunos años.
Sin embargo partió en la santa paz que siempre mereció, por su sencillez, nobleza, honestidad y lealtad.
Que Dios lo bendiga siempre, viejo Rafa.