lunes noviembre 25 de 2024

¡AHÍ VOY, TÍA!

Por Augusto León Restrepo

Ricardo de los Ríos Tobón

Bogotá, 24 de junio_ RAM_ Ricardo de los Ríos Tobón, Ingeniero de la U. Tecnológica de Pereira, los domingos y en Eje 21, publica unos artículos en los que expresa sus personales reflexiones sobre el género de las telenovelas, que tanto atrae a los públicos latinoamericanos. Van como tres entregas y lo vamos a leer, porque el tema es serio y quien lo aborda es un escritor y historiador de muchos kilates, original y profundo.

Lo llamé a Pereira, ciudad donde reside, para felicitarlo por el aporte, que, para mí como periodista sin academia, mejor dicho, tegua en estos menesteres de la comunicación, periodista de secano o del secano, para decirlo de otra manera, me desasna, porque nunca pensé que las telenovelas pudieran dar para una extensa Cátedra, como la que pretende De los Ríos. Es posible que, para los comunicadores graduados en la Universidades, estos análisis se hagan en materias especializadas, pero para mí, que reclamo el título de periodista sin título, que no de comunicador, me va a ser muy ilustrativo seguir al historiador y amigo.

Antes de continuar, para que los caza gazapos y demás especímenes se entretengan, déjenme aludir a tres accidentes gramaticales, notorios en el anterior párrafo y que los provoqué adrede. Escribí «escritor y historiador». ¿Habrá que escribir siempre escritor E historiador?. En un manual de redacción leí que, si la palabra que sigue a la conjunción Y empieza por H, se puede emplear la Y. Escritor y historiador ¿»Tegua», solo se puede aplicar a los curanderos, ¿a los que ejercen la medicina sin diploma?. ¿ Es incorrecto hablar de periodista del secano?». Abogado del secano o de secano es aquel que se mete a serlo, sin diploma. Rábula. ¿Habrá periodistas o comunicadores rábulas? ¿Rábula y tegua son sustantivos adjetivados o adjetivos sustantivados?

Sigamos: De los Ríos me preguntó que si yo era telenoveladicto. Yo le contesté que no. Que lo consideraba un entretenimiento menor, que prefería sentarme a leer un libro, a jugar parqués con dos tías solteronas, o ahora, en tiempos de pandemia, a lavarme las manos y a hacer un curso para salir donde el médico con la careta bien puesta, como me lo dice mi Presidente desde hace tres meses, y que según parece, soy insular en su obediencia. Le confesé que la última que había visto, a saltos, era «La Nocturna», con Abello, la Carvajal y Víctor Hugo Morant en su papel de amo y señor Decano, idéntico a uno que padecí en Manizales. De los otros actores y actrices, jóvenes y bellos, no recuerdo sus nombres. La Carvajal sigue siendo bella. Abello, sigue siendo mal actor y Víctor Hugo, es mi contemporáneo y he tomado aguardiente con él y con esto lo digo todo. Ricardo: lo del libro es paja. Es que me dio una pena inmensa reconocer que tú sepas que tampoco soy libroadicto. Bueno: caí en las redes de Betty la fea y de Café con aroma de mujer, y también, como Fidel Castro, suspendí discursos largos y tediosos, los míos, no los de Fidel, o también como los de Fidel, para oír cantar a la Niña Mencha sus canciones chapoleras.

La conversación giró hacia telenovelas de tinte político y que había ahora en cartelera. El General Naranjo y la Venganza de Analía. Me las recomendó por lo bien hechas y bien actuadas y que, aunque fuera viera sus finales. Pero le dije que no me gustaba llegar al final a nada, porque ya estoy hasta aquí de hacerlo. En la vida real. Sobre todo, cuando los finales míos y de los otros no han sido felices como lo exigen los cánones de las telenovelas. Y también he llegado temprano a los finales, como les ha sucedido a muchos de ustedes, por no decir que a todos. Ustedes me entienden. Y hasta aquí, porque a una de las tías del parqués, a quien dejé entrando al cielo, se la acaban de comer. Y la mandaron para la cárcel. Y sin careta, a semejante laboratorio de coronavirus, mi Presidente. ¡Ahí voy, tía!

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