Aprieta el gatillo y graba con el celular
Como sociedad exigimos justicia, pero a veces miramos, grabamos y no reaccionamos.
Por Javier Borda Diaz
@javieraborda
Bogotá, 05 de septiembre_ RAM_ Una mujer está perdida y trata de escapar de unos atacantes que en ese momento no podemos ver. Hay varias personas que la rodean, pero increíblemente no la ayudan. ¡Ella está desesperada por sobrevivir! A pesar de la emergencia, nadie la socorre y, en cambio, los testigos prefieren grabarla con sus teléfonos móviles.
Todo esto se trata de un castigo contra la mujer, visto en el capítulo White Bear, de la afamada serie Black Mirror. Y es algo que se nos ha hecho cotidiano en esta vida real que tanto se parece a la ficción. Grabamos cada vez más nuestras rutinas y registramos lo que vemos como ataque, aunque también como defensa.
Hace poco, el locutor Alejandro Villalobos fue víctima de sí mismo. Llegó a un local de Koaj, en Anapoima, y se molestó con una empleada que no usaba tapabocas. Grabó en video la escena y la compartió en redes sociales. Pero su intento le jugó en contra. A pesar de la legitimidad de su reclamo, su tono fue más despectivo que constructivo. “Estamos en un momento bien delicado, ¿usted me puede explicar por qué no tiene el tapabocas?”, le dijo el locutor a la joven que se ve sentada y atacada en la grabación, indefensa ante la cámara de un teléfono móvil.
Villalobos fue criticado entonces por decenas de personas en Twitter. La forma en que expuso a la trabajadora fue antipática. “¿Y?, ¿no tiene nada que decir, se va a poner el tapabocas o no?”, demanda en el video. La mujer apenas le respondió tímidamente: el tapabocas lo había olvidado en la bodega. La administradora del local intervino y dijo que usar tapabocas allí era muy difícil por el calor que hace. La empresa comunicó después que no iba a hacer ningún despido.
¿Cuántos videos podríamos hacer de personas que no usan tapabocas en esta pandemia del coronavirus? Seríamos millonarios si nos pagaran por eso. Pero sería mejor no grabar los pecados ajenos y decirles a los impenitentes que, por favor, usen el tapabocas porque es bueno para todos. En el caso de Villalobos, él vio de nuevo su video y se excusó luego por el tono que usó, aunque advirtió que antes de hacer el video ya le había pedido a la empleada que usara el tapabocas. O se pone el tapabocas o la grabo, podría inferirse.
Esto se trata de respeto. No se puede andar grabando a los demás por capricho, menos si es para hacer públicas conductas particulares. Ahora, si la acción de interés refiere a la Policía, vale recordar que los colombianos podemos grabar a los uniformados en servicio. Es nuestra guarnición ciudadana. “Todo procedimiento policivo podrá ser grabado mediante cualquier medio de las tecnologías de información y comunicación, por lo que le está prohibido a cualquier persona, salvo las restricciones expresas de ley, impedir que sean realizadas dichas grabaciones”, dice el artículo 21 del Código Nacional de Policía.
No hacemos justicia –aunque sí denuncia– grabando y publicando videos de los demás cometiendo infracciones de todo tipo. Hay que dejar el voyerismo a un lado, porque muchas veces lo que se publica se hace con el solo ánimo de figurar. Y, por supuesto que sí, todos debemos tener cuidado de nuestra propia conducta.
En octubre de 2014, la agencia Efe reseñó un caso perturbador, mucho peor que el del inicio de esta columna: “Un joven acuchilló a su pareja hasta la muerte en una ciudad del norte de Bolivia en plena calle y ante al menos una veintena de personas, que no hicieron nada por evitarlo y se limitaron a grabar y fotografiar la escena”.
Es la vida real. Como sociedad exigimos justicia, pero a veces miramos, grabamos y no reaccionamos