lunes noviembre 25 de 2024

Es al régimen, muchachos      

Por Augusto León Restrepo

Bogotá, 09_mayo _ RAM_El artículo de hace una semana lo titulé «Es la política, estúpidos» y varios lectores me cayeron con sus reclamos. Algunos no conocían de dónde venía la tal frase, que no es la original -la auténtica es «es la economía, estúpido»- que se refiere a un evento político sucedido en los Estados Unidos, que yo di por descontado que era de conocimiento público. Y pues no. Muchos se delicaron y hasta se la tomaron para sí mismos. Se consideraron objeto de un insulto. Lo que no es de mi talante ni me parece debido con los lectores, esos amigos invisibles que comulgan con nosotros, con lo que expresamos, o discrepan de manera racional o emocional.

Al ponerme frente al computador e iniciar mi columna, decidí que me iba a ir por los cerros de Úbeda, que trataría de hacerla amable, con cierta sedosidad, que contrastara con la acritud de nuestra agresiva realidad y que no molestara a mis pocos lectores. Pero se me ocurrió hacer un paréntesis y coger en mis manos el diario El Espectador de ayer sábado 8 de mayo, sus páginas editoriales. Yo tenía más o menos el mapa con las rutas señaladas por donde se iba a ir mi pensamiento, pero busqué a los escritores sabatinos del llamado periódico de los Cano, y caí en la columna de Esteban Carlos Mejía, «La revuelta contra un Canalla».

Mejía es un leído columnista, escritor de novelas de las que no me he leído ni una, dueño de una fácil pluma, quien, burla burlando, escribe vainas que huelen a azufre y a vitriolo y que hacen santiguar hasta al mismo satanás. Como la susodicha, que es un panfleto del más filudo corte, contra Álvaro Uribe Vélez y todo lo que encarna el Innombrable, a juicio de Esteban Carlos. Paradoja: al Innombrable todos lo mencionamos. Como al Innombrable de Duque. A Santos.

Pues su lectura, hizo cambiar el sendero de mi columna. La razón es muy clara. Yo no creo que Uribe Vélez, solito, sea la causa de este maremágnum, de esta avalancha, de este sunami social y político. Es nuestra historia, es el acumulado maligno que venimos atesorando, los estigmas que teníamos a flor de piel y que el coronavirus y el mal gobierno, han oreado, han sacado a flote y que han ocasionado muerte y destrucción. Y que hay que derrumbar, bajar del pedestal que todos hemos ayudado a levantar. Todos es todos. Es el Régimen, muchachos.

Quien habló en otro momento crucial para Colombia del Régimen, -la compra por parte de Samper y de la mafia caleña de la presidencia de la república- fue Álvaro Gómez Hurtado, asesinado por el Régimen, del que hacen parte los autores de su crimen, sean quienes sean. Las Farc también hace parte, y muy esencial, del Régimen. Pero, qué es el Régimen. El caucano Juan Esteban Constaín, en su macizo libro sobre Álvaro Gómez, lo sintetiza de la siguiente manera que yo me he encargado de condensar, sin comillas, y con la venia de su autor, que se la pido aquí, en este punto.

Yo creo que el presidente (Samper) no se cae, dijo Álvaro al Noticiero 24 horas, cuatro días antes de que lo mataran. Al que hay que tumbar es al Régimen. Tumbar al presidente no tiene mucha importancia porque vendría otro del mismo Régimen y sería igual o peor. Esta idea, la del Régimen, venía exponiéndola, según Constaín , desde 1991. Hace treinta años. Y que, trayéndola al momento de ahora, licencia que me tomo, es de una vigencia apabullante.

Veamos. En Colombia el Estado se ha vuelto un botín, el instrumento, mejor, de un enmarañado concurso de intereses particulares que adultera y distorsionan el sentido de lo público, la idea misma del «bien común», y por eso lo que caracteriza la vida política en el país, desde hace años, no es la solidaridad sino la complicidad, que es su degeneración, su versión «bastarda»: la adhesión de la gente no a un partido ni a una bandera ni a una ideología, y ni siquiera a un caudillo o a un movimiento, sino a un pacto oscuro y perverso en el que cada decisión tomada, cada ley promulgada, cada cosa dicha, cada contrato entregado, cada iniciativa, en fin, es el resultado de una transacción y una componenda cuyos dueños y beneficiarios son los mismos, siempre los mismos, como si esa sea la única estructura vigente, porque lo es, para manejar el poder en Colombia.

Eso es lo que Álvaro Gómez Hurtado llamó el Régimen: una usurpación de la política para volverla un negocio que solo les sirve a quienes entran en él, obvio, de allí que su rasgo por excelencia sea la complicidad y el silencio, como en la mafia, y no la solidaridad, concluye Juan Esteban Constaín.

Del Régimen hacen parte los políticos de profesión y los partidos, sin duda, ellos son sus operadores principales. Pero también en el Régimen está la gran prensa y están los grupos económicos y los gremios, por ejemplo, y los jueces, y los magistrados, las fuerzas del orden, a veces hasta los sindicatos y los grupos de presión.

En fin: todo aquel que se deja comprar, todo aquel que se vuelve cómplice en el tupido circuito de intereses creados; ese «tinglado de la antigua farsa».(Álvaro Su vida y su siglo. Juan Esteban Constaín. Penguin Random House Grupo Editorial. Primera edición, julio del 2019. 430 págs.)

Es al Régimen, muchachos, al que hay que apuntar. Vayan a por él. Las urnas los esperan. Ojo al 2022. Buen día Señores de la política. Ya saben por dónde va la historia. O cambian, o los cambian.

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