miércoles noviembre 27 de 2024

Cementerios de Colombia pueden ofrecer respuestas a familias de desaparecidos

Gloria Inés Uruena, madre de José Andrés López, desaparecido desde 2001, reacciona durante una entrevista con Reuters en el cementerio de La Dorada, Colombia, el 8 de julio de 2021. REUTERS/Luisa González

Por Julia Symmes Cobb

LA DORADA, Colombia, 25 ago (Reuters) – Cuando su hijo José Andrés, de 17 años, fue secuestrado por paramilitares en la cúspide del conflicto armado de Colombia, Gloria Inés Urueña juró que no dejaría la sofocante ciudad ribereña de La Dorada hasta que lo encontrara.

Ella ha cumplido su palabra y durante más de dos décadas ha buscado el cuerpo de su hijo, a pesar de las amenazas del grupo que lo mató.

Se estima que 120.000 personas han desaparecido durante los casi 60 años de conflicto en Colombia. Un acuerdo de paz de 2016 entre el Gobierno y los rebeldes izquierdistas de las FARC trajo un respiro, pero persisten otros grupos guerrillero y bandas criminales armadas, algunas descendientes de paramilitares de derecha.

Ahora, un plan nacional para identificar a las víctimas enterradas de forma anónima en cementerios ha renovado la esperanza para que Urueña y miles de personas más puedan encontrar los restos de sus seres queridos.

La Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas está investigando cementerios en Colombia, con la misión de desenredar años de caótico mantenimiento de registros y negligencia para identificar restos y devolverlos a las familias, cumpliendo una parte del acuerdo de 2016.

«En ese entonces, que yo lo busqué como un mes por los alrededores del río, por los alrededores de los basureros, fincas, todo eso, pues estaba sola», dijo Urueña, mientras un equipo forense estudiaba cuidadosamente los restos humanos del cementerio de La Dorada.

«Y siempre he dicho no quiero solamente encontrar a mi hijo, quiero encontrar a todos los que están desaparecidos», afirmó.

Tumbas con cruces se ven dentro del cementerio de La Dorada, en La Dorada, REUTERS/Luisa González

Muchos de los desaparecidos de Colombia fueron asesinados por rebeldes de izquierda, paramilitares de derecha o militares. Otros fueron secuestrados, reclutados por la fuerza o se unieron voluntariamente a los grupos armados.

La mayoría probablemente estén muertos, enterrados en tumbas clandestinas en lo alto de los Andes, en medio de la espesa selva o en lo profundo de ríos o barrancos.

Pero algunos terminaron en cementerios. Encontrados al costado de la carretera o extraídos de los ríos, los restos fueron enterrados de forma anónima, arriesgándose a la ira de los grupos armados y sus tumbas marcadas como NN: «sin nombre».

La estrategia podría ser única: la posible recuperación de decenas de miles de cuerpos de los cementerios probablemente no se ha intentado antes, especialmente durante un conflicto en curso.

Algunos restos han sido movidos o mezclados, exhumados varias veces durante los esfuerzos por identificarlos o guardados en bolsas de basura en cuartos de almacenamiento abiertos.

A algunos restos se les han asignado varios números de caso, mientras que otros fueron enterrados en cementerios, pero nunca se les realizó una autopsia y, por lo tanto, no tienen ningún registro. Otros restos tienen números de caso, pero no se pueden localizar.

«La recuperación no es solamente de cuerpos, sino de información también», dijo la jefa de la unidad Luz Marina Monzón. «Un rompecabezas».

Poniendo las piezas

Tumbas con cruces que dicen «NN» (sin nombre) se ven dentro del cementerio de La Dorada, en La Dorada, REUTERS/Luisa González

La unidad no tiene una estimación de cuántas personas desaparecidas puede haber en los cementerios de Colombia.

Muchos cementerios no han tenido una administración o recursos consistentes, otros están dirigidos por organizaciones religiosas con sus propios registros y reglas.

Hay casi 5.200 cadáveres no identificados en la base de datos de ADN del Instituto de Medicina Legal, junto con casi 44.400 muestras de familias de desaparecidos para cotejar el material genético de los nuevos restos.

El instituto también maneja una base separada con reportes de los desaparecidos y hasta el momento la unidad ha descubierto 15.000 desapariciones denunciadas que antes no estaban integradas.

Las amenazas a las familias y a los excombatientes que suministran información a la unidad pueden obstaculizar su trabajo, dijo Monzón.

«La persistencia del conflicto armado es un desafío muy grande para los efectos de acceder a información, acceder a los lugares y garantizar la participación de las víctimas en el proceso de búsqueda», explicó Monzón.

Esta escala de exhumaciones de cementerios es inusual, en gran parte porque muchas personas desaparecidas en países como Argentina, Chile, Bosnia, Guatemala y Kosovo fueron enterradas en fosas clandestinas, pero en algunos lugares se han realizado revisiones dispersas de cementerios.

Pero el esfuerzo de Colombia puede traer lecciones particulares para México, que enfrenta quizás la crisis de desapariciones más activa del mundo y donde los no identificados a veces son enterrados en cementerios, pero rara vez exhumados.

«México debe comenzar a analizar lo que están haciendo los colombianos», dijo la doctora Arely Cruz-Santiago de la Universidad de Exeter, quien investiga la medicina forense ciudadana en México y Colombia. «Sobre todo porque son países muy similares en el sentido de la escala más o menos del conflicto».

Huesos en bolsas

Gotas de sudor corrían en la frente del antropólogo forense Carlos Ariza mientras sostenía un cráneo en una mano, usando su dedo para indicar la trayectoria probable de la bala.

La calavera pertenecía a un hombre, de unos 40 años. Posteriormente, durante el examen en una sofocante carpa del cementerio de La Dorada, Ariza descubrió un segundo agujero de bala en el cráneo, escondido bajo el barro endurecido.

«NN 17 de marzo de 2003», decía la etiqueta de la bolsa de plástico en la que había guardado los restos en un almacén oscuro.

Durante unos días, el personal forense abrió las bolsas, retirando delicadamente cada hueso, fragmento de tela o mechón de cabello. Empacaron 27 juegos de restos para llevarlos a un laboratorio regional y realizar pruebas de ADN.

La Dorada se encuentra en el punto más al sur de la región del Magdalena Medio, que fue un foco de violencia y en donde cientos de miles de personas fueron asesinadas, desaparecidas, violadas y desplazadas durante el conflicto.

Los grupos paramilitares eran con frecuencia responsables de asesinatos y desapariciones. Estás organizaciones se desmovilizaron entre 2003 y 2006 en virtud de un acuerdo de paz, pero muchos miembros formaron posteriormente bandas criminales.

¿Cuánto tiempo más?

Gloria Inés Uruena, madre de José Andrés López, desaparecido desde 2001, camina por el cementerio de La Dorada tras una entrevista con Reuters en La Dorada, Colombia. 8 de julio de 2021. REUTERS/Luisa González

Aproximadamente un mes después de que se llevaron al hijo de Urueña en 2001, dos hombres se presentaron en su casa en una motocicleta y le dijeron que dejara de buscar.

«Era mi hijo y de aquí de esta casa no me muevo hasta no tener razón de él. Y si ustedes son los que mandó de pronto el jefe de ustedes a acabar conmigo, esa es mi respuesta», les respondió. «Yo les dije hágale de una vez que así acabó con el sufrimiento mío también».

José solía llevarle flores a su madre de camino a casa. Cuando su hermana quedó embarazada siendo adolescente, ayudó a mantener al bebé.

«Si él estuviera fuera como muy diferente. Porque tanto como en la familia como para mí, porque la familia se desintegró», dijo Urueña.

Su otro hijo, un poco mayor, huyó de la ciudad ante las amenazas de los paramilitares y no regresó durante 11 años. Su hija mayor se fue a buscar trabajo, dejando a Urueña cuidando a sus nietos.

Su nieta, ahora de 18 años, le prometió a Urueña que continuará la búsqueda de José incluso si ella muere.

«Entre nosotros nos preguntamos cuánto tiempo más tenemos que esperar. A pesar de que le pasan los años, bueno, sigue lleno de esa esperanza», afirmó Urueña. «Y aunque no quiera llorar, se le vienen las lágrimas».

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