miércoles diciembre 18 de 2024

El dinosaurio de la cocaína

25 septiembre, 2022 Opinión Augusto León Restrepo

Por Augusto León Restrepo

​Mucho ruido han ocasionado las palabras pronunciadas por Gustavo Petro, en su condición de presidente de la República de Colombia, en las sesiones de la ONU, que se llevaron a cabo en su sede de Nueva York, capital de la política mundial por estos días. A mi no me pareció que constituyeran un discurso cantinflesco, vergonzoso, destructor de las relaciones con el coloso del norte, delirante, inoficioso, vendepatria, incoherente, apologético de la cocaína o sarta de pendejadas, como lo calificaron los detractores de Petro, entre los cuales se cuentan Andrés Pastrana, Pachito Santos y otros y otras y otres de la misma estirpe, lo que podría indicar que lo de Petro no fue tan malo ni perverso, sino todo lo contrario.

Fueron unas páginas bien leídas, que ganaron la atención de los presentes, de los audientes y televidentes que estuvieron a la vela del debut de Petro en las grandes ligas del mundo mundial. Al señor presidente nos referiremos como Petro, o ciudadano Petro, de acuerdo con su trato dentro del nuevo régimen. Pero eso sí, sin tutearlo, porque tampoco. Ni que uno fuera alcalde de la ciudad cerebro de Colombia, para tener semejantes confiancitas.

Pero no creo que la intervención de Petro vaya a romper en dos el concurso de oratoria en que a veces se convierte el espacio anual que se le abre a los enemigos gratuitos o no de las grandes potencias, miembros  permanentes  del Consejo de seguridad de la Onu –

China, Estados Unidos, Rusia, Francia y Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte- para que les canten la tabla, por cefas o por nefas, lo que da cierto relumbrón efímero, que no lo producen los ataques a Cuba, Venezuela, Nicaragua o a ciertas dictaduras árabes o africanas. No.

Lo de Petro, creo yo, fue como un confite envenenado, envuelto en fino celofán. Que se abstiene de abrirlo quien lo recibe para no romper el moñito y por consiguiente es inane, no produce los efectos letales que se pretenden. El texto que leyó Petro, lleno de selvas, paisajes descriptivos, profusiones botánicas, poesía entreverada, tuvo ciertos matices semejantes a los de la franja amarilla de William Ospina. Hasta tal punto que, mal pensado que es uno, alcancé a imaginarme que el excandidato presidencial y exsenador, el petardo de Rodolfo Hernández, le había dejado como herencia a Petro, para que le elaborara sus discursos, al poeta tolimense o fuera su cuota para completar el sancocho de gobernabilidad  petrista y como premio de consolación por la fallida ambición de Ospina de ser ministro de la Cultura. Alejé la insidiosa imagen y concluí en que cada príncipe lleva a su corte los poetas, pintores, bufones que son de sus entrañas. Que como diría la Cabal,  hay a raudales en las filas de la mamertería nacional.

En la forma, Petro trató el tema de la cocaína, el petróleo y los hidrocarburos, la crisis ecológica y climática, lo de la amazonia, la paz, con cierta originalidad. Pero, lo del fondo, lo del problema del narcotráfico, de la cuota de muertos que ponemos los productores de la coca procesada y su comercialización, de la insolidaria conducta de los países viciosos, de la ineficacia de la prohibición de su comercialización, y tantos temas que hay a su alrededor, como la impunidad total para los que producen los insumos de la satanizada droga, la impotencia o la complicidad de los Estados consumidores para impedir que la coca llegue a sus calles, guetos, discotecas, universidades, oficinas ejecutivas, estuvieron ausentes o se perdieron en la maraña de las efectistas frases de Petro en su intervención en comento. Cuya temática , su tratamiento y discusión es tan antigua, tan vieja y tan reiterativa, que, si es que nos paran bolas, como en el cuento celebérrimo de Augusto Monterroso, cuando despertemos, al dinosaurio de la cocaína, lo vamos a encontrar al lado.

Post scriptum 1. Que es eso tan feo de «Manizales, ciudad cerebro de Colombia» .  Imposible que vaya a reemplazar lo de «La ciudad de las puertas abiertas». Petro y Carlos Mario, pésimos publicistas.

Post scriptum 2: Roger Federer, se retiró en forma definitiva del tenis profesional, a los 41 años. Numerosos partidos en que intervino  se nos quedaron en la retina.

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