El valor de la conversación
Estuve la semana pasada en Cartagena en el Congreso de Asocajas, multitudinariamente asistido y muy bien organizado. Llevaba la batuta Adriana Guillén, presidenta del gremio, a quien es necesario felicitar.
No fui a las ediciones anteriores, pero contaba la gente que esta resultó mucho más divertida. Claro, hubo presentaciones desiguales, así como fueron desiguales los conferencistas, moderadores y entrevistados. Espero que me perdonen si digo que el punto bajo corrió por cuenta de los funcionarios del Gobierno, a quienes dejaré pasar en silencio. Abundaron las advertencias de vamos a correrles el piso, señores de las cajas, aunque nunca se aclaró hacia dónde.
Una grata sorpresa fue comprobar el papel que las ricas y poderosas cajas, que atienden a millones de colombianos, están dando a la cultura y a las artes, sin descuidar, claro, la salud, la vivienda, el desempleo, la educación, las bibliotecas, los jardines infantiles, los centros vacacionales y los subsidios focalizados que las caracterizan.
El evento puso en valor la conversación, tanto en los diversos escenarios formales, como en pasillos, cafés y zonas de tertulia. Me gustaron unas pocas mesas en particular. Empecemos por una de nombre un pelín genérico: “La esencia de las letras”. Allí, moderadas por el exrector de Eafit Juan Luis Mejía, tres autoras hablaron sobre la escritura de libros, la lectura y los sentimientos personales. A semejanza del resto del evento, se vio a la mujer en un lugar de privilegio. Estaba Yolanda Reyes, extraña mezcla de autora de mérito y educadora de párvulos. A su lado, la autora chocoana Velia Vidal, quien va por la vida un poco en el sentido inverso. Después de pasar años en ciudades grandes como Medellín, optó por regresar a Quibdó, donde lanzó una institución de promoción de la lectura llamada Motete, muy exitosa por lo que he podido saber. Cerraba el grupo Irene Vasco de Peralta, “escritora, formadora de lectores y ciudadana del mundo”. Cada uno de los testimonios fue tan conmovedor como significativo.
Destaco también “El efecto mariposa”, la conversación entre María Consuelo Araújo y María Emma Mejía. Las dos excancilleres nos dieron un paseo entretenido sobre los exóticos e inesperados efectos que abundan en la actualidad mundial, tan agitada e impredecible.
Cambiando de tema, me atrajo mucho la presentación de Rita Karanauskas, quien combina dos experticias difíciles de relacionar entre sí: detectar mentiras en procesos judiciales y promover el buen uso del lenguaje corporal. Nos entretuvo durante la hora que duró su charla. Al menos a mí me quedó claro que soy un cuasilisiado en la segunda materia.
Poco antes del cierre, el español Miguel Ángel Cajigal habló sobre el estado actual del arte plástico, una exposición divertida, así algunas de sus ideas sean debatibles.
Sin embargo, reitero que una parte crucial de la vitalidad del congreso fueron las conversaciones por fuera de los escenarios. Entrañable, por ejemplo, Natalia Ángel, toda una magistrada de la Corte Constitucional, que recorría los pasillos, custodiada por… una amiga.
En fin, un acierto basar el evento en el arte de la conversación, formal e informal. Uno regresa de algo así recargado, con amistades nuevas o renovadas. Ahora, ya en la gran ciudad, la marea de la vida de todos los días se nos vuelve a cerrar encima, si bien hay novedades valiosas, que de seguro fructificarán en adelante.