lunes noviembre 25 de 2024

Editorial Gustavo Gómez: Pastor: ¡cuidado con las ovejas!

El pastor Alfredo Saade, célebre por su inmensa fe en la política y la habilidad con la que distribuye sus apoyos, se preguntaba en sus redes sociales por dónde es que les entra la plata a los medios de comunicación para destruir al presidente Gustavo Petro.

Editorial Gustavo Gómez Pastor ¡cuidado con las ovejas!

Gustavo Gómez

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Editorial

El pastor Alfredo Saade, célebre por su inmensa fe en la política y la habilidad con la que distribuye sus apoyos (según las necesidades del poder que tanto lo desvela), se preguntaba en sus redes sociales por dónde es que les entra la plata a los medios de comunicación para destruir al presidente Gustavo Petro, que si “¿por encima o por debajo de la mesa?”, que si a los periodistas les están girando dineros de manera individual. También quiere saber el pastor Alfredo que si el dinero se entrega en efectivo o a través de cuentas legales. Y que si la DIAN revisa esos pagos. Todo eso lo dijo, tal cual se los comento.

Pastor: el del periodismo, como todos los oficios, actividades y profesiones, como el de la prédica que a usted lo ha hecho figura pública, no está blindado a la corrupción. No dudo de que haya periodistas que se venden y por eso agradecemos su preocupación. Periodistas, y congresistas, y funcionarios, y abogados, y policías, e ingenieros calculistas, y árbitros, y gerentes de hospitales… la corrupción toca a muchas puertas. Pero no todos abrimos, pastor.

Pastor Alfredo: la generalización es prima del prejuicio y pocas cosas producen tanto perjuicio como el prejuicio. No es un juego de palabras. Y no le recomiendo a usted jugar con las palabras, porque las denuncias contra la honra de las personas se hacen con pruebas, episodios concretos, respaldo fáctico, denuncias sólidas, investigación. Eso de disparar con escopeta de perdigones, es de un peligro enorme y solo hace que quien empuña la escopeta sea visto como alguien con agenda oculta e intereses malsanos.

Fíjese que mucha gente puede pensar que usted está matriculado con cierta tendencia actual de propagar rumores sobre la ética de los periodistas y la probidad de los medios para, enseguida, pedir democratizaciones y nacimientos de nuevos medios, más sintonizados con el cambio y sus virtudes oficiales. Y no es así, sería injusto matricularlo a usted en esta tendencia sucia, baja, canalla, miserable.

A usted, como militante de férrea fe en el Pacto Histórico y en el respetable proyecto del presidente Petro, van a darle muchos dolores de cabeza los periodistas. Y va a pasar, porque el periodismo es un contra poder, y su obligación es revelar lo que al poder le incomoda. Usted, que es un ciudadano forjado en el proselitismo, tanto religioso como político, debe entender que los periodistas no podemos dejarnos tentar por la militancia, el activismo o el respaldo a propuestas de renovación, por buenas que parezcan. El periodista que adelanta su ejercicio amparado en la fe y en creer a pie juntillas, está perdido. Una cosa le digo con certeza: este es un oficio firmemente anclado en la duda. Siempre estamos dudando.

No le pido que obre en este sentido, porque lejos está usted del serio ejercicio periodístico. Solo le pido tenga la delicadeza de hacer sus denuncias como corresponde a una democracia: con hechos concretos y sustento.

De lo contrario, sus declaraciones solo contribuirán a incendiar este bosque que es Colombia, bosque que todos queremos sea un buen vividero, y, más allá de la política que tanto lo seduce a usted, un vividero sabroso. No se vive sabroso si quienes ejercen el poder conferido por los colombianos en las urnas empiezan a rechazar con ira los controles, la fiscalización y la lupa de parte de la opinión pública y de la prensa.

Varias son las traducciones de un célebre proverbio de la Biblia, todas en este armónico sentido: “El alma de los prevaricadores hallará el mal. El que guarda su boca guarda su vida, pero el que mucho abre sus labios, acaba en desastre”. Pastor Alfredo: usted bien conoce la Biblia, aplíquela, y nosotros bien conocemos su riqueza espiritual.

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