martes julio 16 de 2024

CRIMEA

12 noviembre, 2022 Opinión Andrés Hoyos

Por Andrés Hoyos

Cada día que pasa la península de Crimea se vuelve más la manzana de la discordia en la sangrienta invasión de Rusia a Ucrania, es decir, de Putin.

Crimea es ante todo un destino turístico y, como tal, requiere de tranquilidad si quiere atraer gente. También posee un sector agrícola, que sin embargo no se comprara con la potencia que es Ucrania en esta materia, además de que tiene una cierta cantidad de industria. En su geografía se destacan la ciudad de Simferópol y el puerto de Sebastopol, así como Yalta, famosa por haber sido en 1945 el lugar en el que se reunieron Roosevelt, Churchill y Stalin para repartirse el mundo de la posguerra de mala manera.

Mucho se habla de una solución diplomática al conflicto del presente. Pues bien, la base para ello es que Rusia no retenga ninguna de las provincias orientales que invadió en febrero. Los ucranianos no negociarán eso y se harán matar para evitar un desenlace semejante. Si las tropas rusas no evacúan lo invadido este año, habrá que esperar a que uno de los dos bandos prevalezca en el terreno militar.

¿Existe, empero, algún camino intermedio razonable? Sí, y este camino involucra a Crimea. Sin esta península Ucrania es un país claramente viable, para no hablar de Rusia, que lo único que tiene en exceso es territorio. Una opción obvia, que desde luego tendría que plantearse en una mesa de negociación, sería la independencia de Crimea, es decir, el fin de la partida de pingpong que se ha jugado con la pobre península durante las últimas décadas. Unas veces la pelota estaba en la cancha de Ucrania; otras en la de Rusia. De todos los territorios en disputa, Crimea es el que tiene ataduras más sólidas y viejas con Rusia. Algo así como 2/3 de su población es de ese origen, no ucraniano. Un tercer componente minoritario son los tártaros, enemigos jurados de Putin.

Según se sabe hoy, ninguno de los dos bandos enfrentados estaría contento con que Crimea salga de la ecuación, pero justamente por eso es una solución ideal, porque no otorga la victoria total a Ucrania aunque tampoco a Rusia. Nos dirán que en términos de población, con sus 2,4 millones de habitantes, y de territorio, con sus 27.000 km2, Crimea es pequeña. Pero claro que hay países todavía más pequeños. Por si acaso, volverse el fiel de la balanza en una zona conflictiva está lejos de ser una condición indeseable.

Crimea ya fue independiente en 1992. Después, en 1995, Ucrania anuló la Constitución de la república, y en 2014 Putin invadió la península y procedió a anexarla. De cualquier modo, ahora parece aceptable que Ucrania no recupere la soberanía sobre este territorio, lo que implicaría revivir la República de Crimea. Pese a que sería un país pequeño, un poco en sándwich, puede establecer relaciones fructíferas con un lado y otro, mientras su independencia se respete. Por supuesto que Rusia sentiría la tentación de invadir de nuevo, en cuyo caso Ucrania se vería obligado a responder y se reeditaría el gran lío del presente. Esto, sin embargo, no es inevitable.

En fin, por el camino y antes de desatar el nudo de la actual invasión, le van a dar otros raquetazos a la pobre “bola”. No obstante, algo le dice a uno que lo que Putin ha hecho con territorios “rusos”, como Mariupol, no va a ganarle adeptos a la adhesión. Ucrania, por su parte, estará más que contenta si logra salir del pesado y ahora malherido oso ruso. Veremos.

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