miércoles diciembre 18 de 2024

¿Dónde está el piloto?

07 enero, 2023 Opinión

Juan Manuel Galán

En el Smithsonian Channel, el canal de televisión del famoso museo washingtoniano, hay un programa que se llama Guerreros del aire, en el que las Fuerzas Armadas de los EE. UU., presumen de su aviación militar. Por supuesto, en sus emisiones no se habla de las falencias técnicas de los cazas estadounidenses, a no ser que se trate de problemas resueltos, ampliamente conocidos o simplemente falsos, pues —como resulta natural— evitan enseñar sus flaquezas. ¡Que tomen nota algunos miembros de esta Administración!

En septiembre de 2022, el Gobierno suizo firmó el contrato de adquisición de más de una treintena de aviones Lockheed Martin F-35, con los que la revista Forbes considera que EE. UU., ha ganado una de las grandes batallas en esta clase de licitaciones. Son aviones de quinta generación que se producen desde 2006 y también sirven a los geoestratégicos Corea del Sur, Finlandia, Israel y Japón, entre otros países desarrollados.

También hay un ejemplo de modernización que conocemos todos: la Aviación Militar Bolivariana. Venezuela supo aprovechar la bonanza petrolera y sus alianzas con Rusia para actualizar sus cazas en 2006, cuando el Gobierno de Hugo Chávez adquirió los Sukhoi Su-30MKV. Igualmente, se han equipado con aviones y helicópteros de relativo mejor rendimiento, armamento y operación en comparación con nuestra vieja flota colombiana.

¿Por qué compró Suiza más de una treintena de supersónicos pese a su histórica neutralidad en conflictos bélicos? Puedo asegurarles que no los van a poner a disposición de la Guardia Suiza para que proteja la Santa Sede. Tienen la pragmática función de disuadir a algunos de los autócratas que merodean el este de Europa. Es absolutamente desafortunado, sin embargo, la materialización de la idea de que la paz en el mundo implica saber vivir con esta contradicción.

Y los colombianos sabemos de contrariedades. Al mismo tiempo que tuvimos el trágico conflicto interno más antiguo del hemisferio occidental, acudimos a la diplomacia para resolver nuestras diferencias con Ecuador por la baja de Raúl Reyes. Somos una de las democracias más sólidas de Latinoamérica, incluso podría decirse que tenemos una adicción a las elecciones, pero nuestros índices de desigualdad son aterradores. Anunciamos con megáfono que por fin cambiaremos los viejos Kfir por los poderosos Rafale, sin embargo, todo el espectáculo es un termómetro de la opinión pública.

Señor presidente, lo invito a no improvisar con la paz total ni con los aviones de combate. La guerra de Putin contra Ucrania, que ya ha dejado tantos muertos, dividió al mundo —como advierten los medios de comunicación europeos—. El papel que jugará Colombia en un mundo polarizado depende en alguna medida de las decisiones que usted puede tomar en este momento. Está bien que cambie de opinión, como parecía que había sucedido hasta el vencimiento del documento CONPES 4078 de 2022, pues se acabó la comodidad de la eterna crítica, del «nada me gusta» que lo convirtió en jefe de Estado. Juegue las cartas de la democracia y demuéstrele al país que es capaz de ser un gobernante. Al hacerlo, invite a sus funcionarios a abstenerse de hablar de documentos sometidos a reserva por motivos de defensa y seguridad nacional.

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