miércoles diciembre 18 de 2024

El Centro, en política, sí existe

02 febrero, 2023 Opinión Juan Manuel Ospina

Juan Manuel Ospina

El centro si existe como realidad socio política, como expresión de un talante humano, no como simple y oportunista estrategia electoral. Es más, constituye el cimiento que sustenta la democracia filosóficamente liberal, alejada de los personalismos («mesianismos») propios del populismo y expresión de la profunda crisis de los partidos y de la política tradicional; personalismo populista que alimenta el discurso de organizaciones autoritarias y aún totalitarias, de cepa leninista o fascista.

El espacio de opinión centrista, surge de manera natural, de actitudes, comportamientos y expectativas ciudadanas. Constituye un espacio ciudadano que busca expresarse políticamente. En los viejos partidos tenía su nicho. En períodos preelectorales se convierte en preciado botín de políticos y fuerzas políticas de diferentes pelajes, pero con un común propósito, capturar el voto del centro, sin el cual no se ganan las elecciones en una democracia. El centro es entonces asediado por los caza – votos de siempre, políticos sin propósito diferente a ganar para sí las elecciones a cualquier precio; y es atacado por los voceros de posiciones vestidas de radicalismo que se alimentan y alimentan pasiones, cargadas generalmente de un odio con alto contenido de clase, popular u oligárquico, donde la rabia y el miedo, sustituyen a la razón. Ese es el combustible del populismo que ahora asedia a Colombia y al mundo. Vivimos, vive el mundo, momentos que parecen verdaderos crepúsculos de la democracia como la hemos conocido.

Hoy urge reivindicar el centro político, es decir, a la democracia filosóficamente liberal. Colombia lo reclama, mamada de las peleas reducidas a un grito estridente y vacío de contenido, emocional, sin ideas. Mientras tanto, el avance del país se empantana cada vez más en medio de unas condiciones mundiales amenazantes; realidades que reclaman claridad de propósitos y unidad en la acción, lo contrario de lo que hoy vivimos.

El centro por naturaleza no es amorfo ni indefinido. Representa posiciones que de manera racional, deliberativa si se quiere, asumen el análisis del presente y las perspectivas de futuro, definiéndose; no como diría Horacio Serpa, «ni chicha ni limonada». La indefinición en los propósitos y ambigüedad en la presentación de la propuesta, daría pie para tildar al centro de tibio. Buscar imponer la razón sobre la emoción, el argumento sobre la descalificación, corre siempre el peligro de aparecer débil, acomodado y sin contundencia. Obviamente toda actividad y discurso político requiere su dosis de emoción, su empaquetamiento emocional, pero sin reducirse a simples emociones, vacías de contenidos sólidos.

La apuesta centrista que estamos impulsando con la nueva fuerza política que nace de la integración de Dignidad con Compromiso Ciudadano, reconoce las grandes equivocaciones políticas en que incurrimos en la fracasada Coalición de la Esperanza, y entiende que ya no se sostiene la era caudillista que ocupó transitoriamente el vacío dejado por la crisis de los partidos, tanto la uribista declinante, como la petrista enfrentada al desgaste acelerado por su imprudencia, por decir lo menos, en el manejo del poder. Muchos ciudadanos en ruptura con lo existente en un país enfrentado a una crisis compleja, que tiene su motor en la crisis de la política, buscaron en figuras providenciales -Uribe y Petro -, respuesta a sus angustias y a su reclamo de cambio, generalmente difuso.

El escenario está dispuesto para una nueva propuesta política, que sea fuerte, radical en su compromiso con un programa de cambio progresivo y consistente, construido a partir de análisis y acuerdos y no de simples aventones, en un proceso que sube de las regiones al centro nacional, que es deliberativo y pedagógico, y aprovecha la virtualidad entronizada para borrar distancias, propiciando escenarios de discusión; se trata de construir y ejecutar acuerdos y acciones desde las regiones («descentralizados») e interconectados virtualmente. Reconociendo simultáneamente la diversidad fundamental que nos constituye como nación, y la unidad de ésta; esa es tarea central que nos ordena la Constitución, construir la nación a partir de su diversidad.

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