miércoles diciembre 18 de 2024

EL CAOS TOTAL

03 febrero, 2023 Opinión Andrés Hoyos

Andrés Hoyos

Es bastante probable que la Paz Total del gobierno de Petro evolucione hacia la frase del título: el Caos Total. Ya quisiera yo que no fuera así y que el país se pacificara a las buenas, sin disparar más tiros, o que la gente pudiera salir de las cárceles y hacerse buena en el acto. No es nada probable.

Aseguran varios expertos que el gobierno no tiene una política de seguridad. ¿A quién le sirve eso? Les sirve sobre todo a los actores armados ilegales. Si alguien les pregunta, ellos por supuesto declararan que quieren la Paz Total. ¿Por qué? Porque no les cuesta prácticamente nada; apenas imprimir un comunicado en un papel. Sin embargo, las organizaciones armadas, ¿de dónde surgieron y para qué sirven? Pues para adelantar y controlar negocios ilegales, se amparen o no en una ideología. ¿Esa necesidad puede desaparecer por arte de magia o debe tener alguna solución de continuidad? Pensemos por un instante en los carteles mexicanos, jugadores centrales en toda la trama. Ellos no hacen parte de la política de la Paz Total, una grave carencia.

Si los actores armados de hoy dejan sus negocios ilegales, ¿a qué se dedicarían? No resulta nada claro. Personas como Roy Barreras los retan con conceptos exóticos, diga usted la posibilidad de pasar a la historia. Algunos ya se sienten en la historia desde hace décadas, además en el lado correcto según su opinión. Dice Antonio García que “el Eln existe para ayudar a que Colombia sea más justa y más democrática. Para que Colombia sea para todos”. ¿Alguna duda sobre eso?

El antecedente de las Farc es muy significativo: el gobierno de Santos encontró la manera de llegar a un acuerdo porque ellos, por lo menos en su mayoría, querían la paz y no le veían perspectiva a seguir en la guerra. En contraste, las disidencias no querían la paz y volvieron a la clandestinidad. ¿Algo de fondo les ha hecho mudar de opinión?

En muchas partes del país, según reporta la gente, la seguridad se ha deteriorado, a veces en forma dramática. Un ejemplo entre muchos es Jamundí, municipio ubicado en las goteras de Cali. Varios grupos armados patrullan sus calles y aledaños, como si todo siguiera igual. En el Meta hubo secuestro de soldados, detrás de lo cual estaban las disidencias. La semántica no cambia las cosas: que los hayan “retenido” unos “campesinos” no le quita gravedad al asunto. O sea que ni siquiera ha cesado la práctica detestable del secuestro. Además, se siguen cosiendo a bala unos a otros, por ejemplo, en Arauca. Tampoco cesa el reclutamiento de niños, un crimen de guerra, que sin embargo sirve para volver a los campamentos inmunes a los bombardeos, pues Petro no quiere que aparezcan menores de edad entre los muertos.

La noche del 31 de diciembre se dio el gran descache del presidente. Tal vez influido por el espíritu de fiesta del momento, declaró que estaban pactados ceses al fuego bilaterales con todos los actores, pactos que solo existían en su imaginación.

¿Qué viene? Por ahí se dijo que el gobierno iba a reanudar las operaciones militares contra el ELN y otros actores, aunque hasta ahora no se ha visto nada parecido. Pues bien, si se quiere que el proceso avance, de repente no va a quedar de otra que ponerles el dulce a mordiscos. La alternativa, un poco a la mexicana, sería aprender a vivir con unos grupos envalentonados e intocables. Vaya que eso no luce nada apetitoso.

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