Unidos por el espanto
Andrés Hoyos
Me tocó redactar esta columna el domingo por la noche, después de una espera de aquellas para saber el resultado de las elecciones argentinas, trascendentales por donde uno las mire. Argentina es un país llevado de los mil demonios desde hace décadas, tras ser alguna vez una tierra de gran prosperidad.
En los últimos días mis presagios fluctuaron en forma dramática: va a ganar Massa, por esto y aquello, me decía. Después vi las manifestaciones y empecé a pensar: va a ganar Milei. Pues bien, Milei ganó por algo más del 11% de los votos, una diferencia muy abultada. Y al diablo la corrección política, entre muchas cosas más.
A partir de ahora es preciso decantar una interpretación clara de lo sucedido. Sí, Milei ganó pero, más que un apoyo abierto a sus ideas de extrema, fue un rechazo muy fuerte a la tradición peronista. Tanto, que algunos optimistas ven venir su fin. Claro, los peronistas aún no están acabados. Tienen la provincia de Buenos Aires, donde es gobernador Axel Kicillof, de la casa Kirchner aunque ahora enfrentado a Máximo, el delfín.
Milei es lo que se conoce como un libertario, alguien que piensa que el Estado debe tener una participación mínima en la economía, entre otras cosas. No hay que bajar mucho en su lista de prioridades para toparse con la más gruesa: la dolarización. Dicen por ahí que eso no se puede hacer ya y hasta razón tienen, pero si el proceso no está en curso, digamos, a mediados de 2024, el nuevo gobierno habrá fracasado. Por supuesto que en América Latina Argentina sería el país más grande e importante en dolarizar su economía. La preceden Ecuador, Panamá y El Salvador, todos pequeños. Argentina no solo es la cuarta o quinta economía del subcontinente, sino un país lleno de recursos, de gente valiosa y de experiencias catastróficas. ¿Puede allá el Estado dejar de cumplir uno de sus propósitos más básicos, que es el de emitir su propia moneda? Puede. ¿Debe? Ahí sí, por favor pásenme la palangana de Pilatos. Aunque se menciona la falta de circulante, Estados Unidos sin duda ayudaría en esa materia pues la dolarización de Argentina le conviene como pocas cosas. Tal vez tendrían que firmar algún tipo de tratado y adelante.
En el Congreso y en la Cámara de diputados, La Libertad Avanza, el partido de Milei, Juntos por el Cambio, el partido en parte de Macri y en parte de otros no tan amigos de Milei, tienen algo menos de fuerza que Unión por la Patria, los demás peronismos y los cabos sueltos, así que para pasar proyectos se requieren alianzas. Si ellas son o no posibles pronto se verá, en particular para negociar “cambios drásticos”, según la frase del presidente electo en su discurso del domingo. O sea, a lo mejor le falta peluca para moño.
Muchos predicen que los próximos cuatro años serán un fracaso o que en todo caso Milei no podrá imponer sino una pequeña parte de su agenda. Vaya uno a saber. Con frecuencia las alternativas son apenas levemente menos peores, si se me permite modular el superlativo. El ejemplo de Argentina es clarísimo. La gente no quería más de Massa, quien venía de manejar la economía del país con las meras patas. La inflación “galopante”, como se dice, supera el 140% interanual y la pobreza el 40%.
En fin, por ahí se menciona mucho un famoso verso de Borges, el menos peronista de los argentinos, dedicado a Buenos Aires: “No nos une el amor, sino el espanto”. Pues bien, en esas están allá, unidos por el espanto.