miércoles diciembre 18 de 2024

¡Qué difícil leer una noticia en internet! De verdad, ¿no da pena hacerle esto a un lector?

24 febrero, 2024 Opinión Javier Borda Diaz

Javier Borda Díaz

No hay medio de comunicación digital que desconozca la importancia del clic. Cuántas personas visitan un sitio web, cuántas vecen lo hacen al mes, cuántas lo hacen por primera vez, cuántos interactúan con los contenidos, cuánto tiempo pasan leyéndolos o viéndolos y, en síntesis, cuál es la respuesta de la gente a lo que se está ofreciendo son métricas que hablan bien o mal del trabajo que se hace en un informativo digital.

En búsqueda de aumentar ese tráfico digital hemos visto toda clase de estrategias en el último tiempo. Algunas no idóneas, como llevar a las personas a los sitios web desde las redes sociales con una técnica de redacción basada en crear títulos sensacionalistas y muchas veces imprecisos y hasta falsos (clickbait), o bien posicionarse con prácticas mañosas en los resultados de Google, principalmente, y otros motores de búsqueda.

Para conseguir mejores métricas, la exagerada adjetivización se volvió una práctica consumada. Basta con ‘pasarse’ por los home de algunos medios (no solo colombianos) para encontrarse con calificativos como: “increíble”, “siniestro”, “imperdible”, “de no creer”, “impactante”, “emotivo”, “insólito”, “conmovedor” y cuanto más se ocurra para animar a la gente a hacer clic y abrir una página web.

Esto es un desastre, ya lo he dicho. Pero no lo es hipervincular adecuadamente un texto en digital para que la persona pueda profundizar.

Si esto ya era precario para el lenguaje, debemos advertir una perversa práctica adicional, que tiene que ver con el contenido relacionado descontextualizado que se presenta en la información. Cuando usted abre una noticia que tiene que ver, por ejemplo, con la Selección Colombia de fútbol, no es anormal que le presenten, casi que le embutan, información de política, crimen o de un escándalo que nunca falta.

Lo perverso tiene que ver además con el desorden en el que se han convertido las páginas noticiosas en internet. Uno empieza a leer sobre lo que sea, digamos, ciertamente, sobre la muerte del político y periodista Rodrigo Pardo el lunes pasado, y al tercer párrafo ‒si no antes‒ le estorban con publicidad para pasar inmediatamente a varios hipervínculos con información que en nada se relaciona, que puede ser sobre la Contraloría hasta un caso más de corrupción. En otro medio colombiano, con la misma noticia, la lectura se vio interrumpida particularmente con un video que dice que “La explotación sexual en Colombia se mueve en Airbnb”.

Todo esto lo puede comprobar usted mismo sin ninguna dificultad y sin importar la temática que trate la noticia. Esta es una mala práctica normalizada que hace muy engorrosa la lectura. Haga el ejercicio: abra cualquier noticia en la web y verá cómo le atiborran de contenidos adicionales sin descanso y muchas veces sin contexto. Mientras escribo esta columna, tomo una pausa para probarlo nuevamente. Entro a un medio reconocido de nuestro país, voy a la ‘noticia’ del paso de Mbappé al Real Madrid y el medio corta la lectura con un video de últimas noticias que pregunta, entre otras cosas, “¿Cómo congelar el pollo para que no se pegue?”. De verdad, ¿no da pena hacerle esto a un lector?

Esto es un desastre, ya lo he dicho. Pero no lo es hipervincular adecuadamente un texto en digital para que la persona pueda profundizar o contextualizarse mejor sobre lo que interesa. Tampoco acompañarle con un contenido con temas relacionados y de verdad interesantes. Pero mantener este ‘sancocho’ de contenidos dispares entre párrafos y líneas es sinceramente penoso para los periodistas, que deben procurar la mejor comunicación e interacción con su audiencia. Debemos ayudar a que las personas comprendan la información y no a que se conviertan en lectores más de redes sociales, que van de un contenido a otro, generalmente sin profundidad.

“Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida”, comentó alguna vez el escritor y nobel peruano Mario Vargas Llosa. Defendamos el simple derecho de presentar textos que se puedan leer bien.

Javier Borda Díaz

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