La Trampa y sus altares
De acuerdo: Lazaga no es un criminal. Su acción, al hacer un gol con la mano, prohibida por el reglamento del fútbol, no está contemplada como delito en el código penal. Es, el delantero del Cúcuta, un tramposo. Su mano, bendita para los cucuteños, y demoníaca para los quindianos, equipo afectado, tipifica una ausencia total de juego limpio.
La ruidosa celebración de su gol, en un rincón del campo, elevando las manos al cielo, rodeado por sus compañeros, y sus posteriores y pueriles disculpas, no parecen una autentica y sentida gratitud a Dios, sino la extensión de su exceso, al imitar la canallada más grande que ha tenido el fútbol: el gol de Maradona a los ingleses en el mundial de México, con su mano prepotente, eternizada por los argentinos con sus aplausos extravagantes.
Cuantas tonterías se han dicho sobre el caso Lazaga. Que desconocimiento del reglamento y que pretensión insólita de juzgar, sin conocer las normas, que controlan este tipo de conductas.
La sanción a Lazaga no pasará del escarnio público, del repudio de los aficionados, que no ven en él un hombre leal. No existe en el reglamento un solo artículo que tipifique su acto como conducta punible, susceptible de castigo. Resulta, además, poco recomendable la invención apresurada de una norma, en la perspectiva, tan dañina como la mano en sí, de penalizarlo o suspenderle. Si acaso, una sanción económica pesará sobre él.
Su caso no pasará de ser una anécdota, recurso socorrido de los memoriosos para recrear sus tertulias futboleras.