La Hora De Nona
Reelección de Santos es necesaria
Por José Antonio Mantilla
El anuncio del Presidente Juan Manuel Santos de aspirar a la reelección, es un hecho cantado, pese a las zancadillas que le han puesto desde algunas orillas de la política, para impedirle llegar por segunda vez al poder, para asegurar y moldear el proceso de paz, que no concluirá con la sola firma de un pacto en La Habana, Cuba.
El hecho es que Santos quien inició el proceso –que ya ha pasado dos duras pruebas-, es el único que le garantiza al país, que la paz será un hecho y la reconciliación vendrá a los colombianos luego de 50 años de una historia que los mayores no quisiéramos que continuaran viviendo nuestros hijos ni mucho menos que se repitiera con nuestros nietos.
En su aspiración lo respaldarán sin ambages todas las fuerzas de la unidad nacional, pues la reelección es una figura que aunque muchos colombianos la detestamos, incluyéndolo a él, está ahí en la Constitución, lo cual es una opción que no puede desaprovecharse.
La reelección fue planteada y aprobada por su antecesor, a quien ahora no le parece buena, después de ocho años de incitar a la guerra y buscar otros cuatro años – lo que afortunadamente no se dio-, con lo cual el país se habría ido a pique y hoy lo estaríamos lamentando.
Y si por alguna razón en la primera vuelta –lo cual es casi imposible- no se obtienen las mayorías necesarias, los partidos de izquierda como el Polo y ahora la Unión Patriótica (UP), coadyuvarán para que Santos continúe en el poder y se despeje el camino hacia la concordia nacional.
Los acuerdos logrados en la mesa de negociaciones de la Habana entre las FARC y el Gobierno Nacional, permiten vislumbrar cambios fundamentales en la Colombia campesina y la adopción de políticas públicas encaminadas a estructurar una reforma agraria con la participación activa de todos los colombianos.
En el aspecto político, las regiones tendrán una participación directa e incluyente, ampliándose las opciones ciudadanas; garantizando la democratización en el acceso a los medios de comunicación; la estructuración de un estatuto de la oposición y el fortalecimiento de las garantías y la seguridad para que hechos como el exterminio de la Unión Patriótica, jamás vuelvan a ser un referente en nuestro país.
Vendrán ahora otros puntos en torno a los cuales –según las comisiones de diálogo- ya hay avances importantes, como en el relativo a las drogas ilícitas y el narcotráfico, respecto de los cuales el propio Presidente Santos ha planteado la necesidad de una discusión abierta sobre nuevas formas de combatir el flagelo. Seguirá luego lo relativo a la reparación a las víctimas y el abandono de las armas.
Y, los enemigos de la paz, que cada vez están quedando más en evidencia ante el país, insisten en buscarle trabas al proceso en Cuba, descalificando la labor del Presidente Santos, porque se atrevió a asegurar que en Colombia si existía un “conflicto armado” y darle estatus de beligerancia a las FARC, sin lo cual hoy no estuvieran sentados en la mesa de negociaciones.
Por esa postura del Presidente Santos existe hoy una ley de víctimas y restitución de tierras, se ha desmitificado el concepto según el cual el Estado no puede ser considerado victimario, eludiendo su responsabilidad en el conflicto interno y se ha avanzado para que los actores admitan la verdad, la justicia y la reparación y sin temor se pida el perdón, que constituye el primer paso a la reconciliación.
Gracias a ello, en los tribunales internacionales se ha logrado avanzar, en casos que, como el del Palacio de Justicia, gobiernos anteriores buscaron la prescripción y su impunidad, razones por las cuales se le tilde hoy a Santos desde las filas uribistas de “traidor”, como si la lealtad implicara ser complaciente con el crimen y la injusticia.
La paz no es una obsesión de Santos. Es el derecho y la aspiración que tenemos todos los colombianos y por ello, bien vale la pena su reelección.
Nota al margen
En esta carrera por la paz es necesario que algunos funcionarios dejen de ser tan locuaces y asuman su gestión con humildad, para que el Jefe del Estado pueda hacer bien la tarea. Suficiente tiene con la oposición a ultranza de sus detractores para tener que salir a defender a subalternos por sus caprichos mediáticos.