Bucaramanga, un infarto y un triunfo apoteósico
Esteban Jaramillo Osorio
Por “Los leopardos” protagonistas de principio a fin, que tuvieron en la competencia el carácter recio de su pueblo en comunión con su humildad. Por la afición, en paciente espera durante años, fervorosa y creyente con su apoyo. Por los futbolistas desahuciados en otros clubes que lograron su revancha.
Dudamel y su idea, sin detalles con descuido o costuras por cerrar. Su fútbol empieza y termina en su cabeza y la de sus jugadores. Demostrado quedó en el trámite del partido y en la tanda de penaltis que ejecutó como la preparó, con maestría.
Fútbol mental que llaman, para sobrellevar los minutos finales de un duelo dramático, incierto en el resultado, frente a un enemigo, Santa fe, que nunca se dio por vencido.
Por poco saca provecho, el Expreso rojo, de su archivada, pero efectiva, fórmula fritanga: corazón, hígado, riñones y huevos, con la que ganó tantos partidos y tantos títulos, que lo tuvo en las postrimerías del juego al borde de la hazaña.
Victoria como bofetón para los enemigos del club y su entrenador, que con sus lenguas cínicas difundieron su victoria con hipocresía, dominados por la rabia y el desconsuelo, al verlo en lo alto con otro título. El rictus de sus caras fue elocuente.
Por Aldair Quintana insultado en extremo en Nacional, por Sambueza rechazado en Santa Fe, Hinestroza liquidado en Junior y Mosquera sin cabida en el América.
Por todo un equipo que se inspiró en las grandes figuras de otras épocas como Montanini, “el negro” González, “Papo” Flórez, Ballesteros, Pignanelli, “Cuca” Aceros y Rolando Serrano quienes tanto lo quisieron, lo buscaron y no lo lograron.
Partido, el final, con fuertes emociones, con alternativas cambiantes, muy físico por el estado del campo, con momentos lúcidos de los protagonistas, lagunas en el campo y en el juego, desaciertos en la elección de jugadores por parte de Peirano y de Dudamel en sus relevos, cuando entró con su equipo en zona crítica, mareado, por su cambio la postura. Se defendió con riesgo cerca de los palos.
Qué infartante.
Fue una lucha física, con el overol puesto, tenaz, con el balón “enjabonado” y la cancha lisa, sin tiempo y espacio por la intensidad de las marcas, con goles de factura en competencia exigente de principio a fin, sin condicionamientos de la técnica de alto vuelo.
Con Bucaramanga, como dicen en sus arengas los trabajadores, “la clase obrera fue al paraíso”.