martes julio 16 de 2024

A VUELAPLUMA

10 mayo, 2015 Opinión

Augusto León Restrepo RamírezPor Augusto León Restrepo

Manizales, 10 de Mayo_ RAM_ No podía ser de otra manera. Me descubro admirado y solidario frente al Cabo Edward Avila, del Ejército Nacional, quien perdió sus extremidades inferiores por una mina , arma mortífera que se emplea en las guerras abiertas y en las alevosas guerras de guerrilla . Su reacción ante la tragedia, es valiente y corajuda. Es una lección de de dignidad humana, para no escribir que de hombría y de pronto aparecer como discriminador ante las feministas. Debe producir su organismo exceso de testosterona. Su voz sin tremores claudicantes, su pensamiento claro ante su pasado y su futuro, su amor por la institución que representa , es lo que brilla en la actitud de quien puede reclamar para sí la categoría de héroe . El Cabo Edward , se convirtió en un símbolo. El símbolo de todos los que en la guerra han entregado no solo su físico – sus rostros, sus ojos, sus manos, sus piernas, sus brazos, , sus pies – si no su propia vida, en una extensa guerra, que tiene que terminar. El país está sembrado de minas letales. Va a comenzar el desminado , según se acordó en La Habana entre el Estado colombiano y la subversión, que contará con la experiencia del Batallón de Desminado de las Fuerzas Armadas de Colombia y con la presencia y colaboración de miembros de las Farc, bajo la garantía de la ONG Ayuda Popular Noruega, según lo ha comunicado Humberto de la Calle Lombana. Así se desescalona el conflicto armado y se abren expectativas para que en un futuro próximo no caigan mas víctimas en los campos colombianos.

Después vendrá la dejación de las armas por parte de las Farc, a la que yo aspiro y en la que creo con la fe del carbonero. Y luego lo mas difícil, pero no imposible. El desminado de los espíritus, de los pensamientos, de los sentimientos, del cerebro, de las oscuras y tenebrosas pasiones, que flotan en el enrarecido aire colombiano. Actos como exhibir destrozos físicos de los enemigos como trofeo tétrico de sus asesinas incursiones, pertenecen a la historia universal de la infamia. Y se me vino a la recordación la mano de su jefe que un guerrillero trajo en su mochila y la presentó a las autoridades para cobrar una recompensa. Esta es la degradación de la guerra. Lo inimaginable. Y las otras ignominias a que han sido sometidos culpables o inocentes a todo lo largo de nuestra historia de conflagraciones , que serían innumerables, pero que están presentes en la memoria colectiva para vergüenza nuestra, que ha llevado a que ante los pueblos del mundo aparezcamos como una de las sociedades mas depredadoras de los valores civilizadores.

Las Farc y el ELN, con actos como el asesinato a mansalva y sobre seguro de los soldados en el Departamento del Cauca, o la trampa que le tendieron en Convención, Norte de Santander, al soldado quindiano de 26 años, Edward Avila Ramírez, cuando trabajaba en un parque infantil en esa población, menudo favor le hacen al deseo de la mayoría de los colombianos de terminar la guerra. El repudio a esas acciones es generalizado. La oposición política pide que no prosigan las conversaciones iniciadas entre el gobierno y el ELN. Epítetos como ratas humanas, contra sus integrantes, se repiten en los medios sociales, aun cuando la organización subversiva niega timidamente la autoría y amenaza con juicio revolucionario a quienes participaron en la salvajada de Convención. Y hasta con vehemencia, se pide la implantación en Colombia de la Ley del Talión: ojo por ojo, pierna por pierna, descuartizamiento por descuartizamiento. Con todo el dolor y el rechazo a estos crímenes que podamos acumular, se impone la búsqueda de soluciones dialogadas para la barbarie belicista. Las generaciones futuras nos cobrarán cara la equivocación, si nos vamos por la prolongación de la violencia fratricida. Que culminará, pónganle la firma, con diálogos de paz, dentro de unos cien o doscientos mil muertos o mutilados mas. Tiempo en el cual algunos, como quien esto escribe, será un triste observador desde el reino de lo incógnito.

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