Al policía hay que respetarlo
Por Germán Cepeda Giraldo
Debo confesar que al abrir mi ventana, tengo una vista envidiable de la ciudad y el aire fresco, que se cuela en las mañanas, hace a mis pulmones tan fuertes que respiran solo aromas de paz.
Sin embargo, hoy también entraron, por ese mismo mirador, además de esos suaves céfiros, los gritos de un malandro, eran alaridos lastimeros de quien pide auxilio. Como resultado de lo anterior, por averiguaciones posteriores, me enteré de que se trataba de un sujeto que, acompañado por su pareja, intentaban a atracar a una ciudadana y tras ser capturados en flagrancia, por unos policías, iban a ser conducidos a una radiopatrulla.
Cerré mi ventana y me puse a pensar en todo lo que había visto y escuchado. Triunfó, finalmente, el mal sobre el bien. Recordé que en otros países la Policía sí es respetada y vinieron a mi mente imágenes de la Tv. donde los policías son víctimas de la intolerancia y de la terrible frase, que se volvió tendencia, «usted no sabe quién soy yo».
Ante el hecho que se estaba desarrollando, empezó a desfilar la familia mirandiña (toda una serie de curiosos de todas las pelambres) quienes abogaban, unos a favor y otros en contra, por los ladrones, con frases como: «eso es mejor que se los lleven para la comisaría» «ese muchacho tiene cara de buena gente, suéltenlos», «no los toquen (les gritaban a los policías)». Mientras tanto, otros se dedicaban a grabar imágenes de los representantes de la ley, con el fin de hacerlos aparecer como generadores de fuerza desmedida.
El cuerpo de Policía, cada vez más estigmatizado, es continuamente atacado sin piedad, primero por los grupos terroristas quienes ven en los policías a sus más enconados enemigos, rivales que hay que eliminar a toda costa; luego por las bandas criminales que consideran a los miembros armados como obstáculo para sus actos delictivos; después a los vulgares ladrones de barrio quienes quieren ver a la autoridad lejos de sus dominios y, finalmente, están aquellos que se ufanan de empujarlos y agredirlos físicamente o con palabras soeces, pero siempre el color verde que orla los uniformes de la Policía, y que genera esperanza, se respeta.
Volviendo al tema, y ante la vocinglería de la gente, la patrulla policial optó por retirarse del lugar y, más bien, dejar en libertad a la «parejita» y evitar serias agresiones por parte de la turba.
Desconocer la ley, no hace a las personas inocentes ante la Justicia, sino que, por el contrario, deslegitima sus actos al sentirse respaldadas por una muchedumbre que las envalentona y las hace cometer toda clase de actos barbáricos y, las vuelve insensibles ante las autoridades que fueron instituidas precisamente para proteger a los miembros de la sociedad en sus honras y bienes. Formemos un círculo de respeto en torno de nuestros policías y así, de esta manera, ellos podrán actuar, confiada y limpiamente, siempre en la defensa de nosotros mismos.