La despedida…
Por Esteban Jaramillo O
Convencido, en serio y en broma, que cuando estornudaba se desgarraba, Oscar Córdoba dio un paso al costado y se marchó de las canchas en 2009. Entendió que su cuerpo era propenso a los achaques, emboscado por las lesiones. Al esfuerzo superior todo crujía. Lo hizo dejando tras de sí una estela de atajadas memorables y triunfos inolvidables. Fue figura, sin duda, con una colección de amigos y reconocimientos que le mantienen vivo en el colectivo popular, dominando nostalgias y tomando distancias del ruido de los estadios. Supo, con su decisión y sus conductas, fuera de los gramados, enfrentar con dignidad el día después, cuando los guayos penden inactivos en una pared.
En contraste, Rubén Suñé, Otro histórico de Boca, campeón de la Libertadores ante el deportivo Cali en el 78, no supo enfrentar el adiós y acorralado por los demonios se lanzó de un cuarto piso, en claro intento de suicidio, el que no pudo consumar.
El turno, este fin de semana, fue para Rivaldo. Hablo con Dios y entendió los valores de la despedida. Con 41 años cumplidos, lesión irreversible de rodilla y una galería envidiable de goles y gambetas, con triunfos resonantes en famosos clubes, por su admirable facilidad para ejecutar jugadas maestras, este comandante en jefe de la selección Brasil, alguna vez el mejor del mundo, archivo los botines. Su gloriosa vida de futbolista, estuvo impregnada por la técnica y la inteligencia en el juego, lo que le valió entreverarse entre los mejores jugadores de la historia.
Nadie es eterno… Pero Rivaldo busco y encontró un lugar en la memoria.
Cuesta entender la angustia de los futbolistas al afrontar el día después, cuando el componente básico de sus vidas no está en la cancha sino fuera de ellas, como ciudadanos del común. El temor a bajar de la nube en que viajaron, de sufrir la indiferencia ingrata del pueblo que otrora aplaudió, puede más que el retiro oportuno o la placidez de la vida familiar.
Se resisten a enfrentarlo y prefieren arrastrarse en batalla inútil ante la vejez futbolera, cargados de kilos, lentos e improductivos, en dilema patético entre la codicia y la gloria, tan esquiva en el ocaso. Hay que saber cerrar la puerta… tras cantar la retirada.
PD: hace 17 años se retiró Willington Ortiz, grande entre grandes, activo hoy en la memoria general.