viernes diciembre 20 de 2024

Atizando mi hoguera de Añoviejo

Gabriel Ángel Ardila
 Por:Gabriel Ángel Ardila

Desde mis pasos de niño por la redacción de El Espectador, cuando miraba la perfilada figura soportada sobre unas poderosas piernas de hembra de pasos seguros, no me encontraba con la Cacica. Siempre las mujeres grandes ejercieron poderes superiores que ni evado, ni logro definir.
Tuvieron que pasar casi 40 años para volverme a dar de cara con sus dientes blanquísimos y su sonrisa de espléndidos destellos, sobre unos versos que lloraron su partida en la voz sorprendente del cantante Tony Panesso. Apenas había repasado mi historia pocos años atrás. Cronicaba el festival vallenato, con la Cacica que junto a mi escribía en la sala del segundo piso, vecina del pasillo que muchos temían abordar y otros se ufanaban de traspasar, donde a veces con jolgorio y otras con distintas rabias, trinaba el director. Antonio Andraux Burgos, Mike Forero Nugués y yo dominábamos en esa frontera.
La Cacica Vallenata nos había contado al oído, desde su alma, la veneración por quien inmortalizó lacultura colombiana con paseos y otros aires, en las letras que ella siempre adoró: Escalona. El maestro fue, para ella, como Virgilio, o como Homero, por quienes se recordaron las culturas de sus pueblos, porque fueron sus juglares y de ellos se recibió algo más que el repentismo de sus tiempos: las vivencias filosóficas que hicieron sus pasos perennes.

Como el canto a Matilde Lina, o a la Casa en el Aire, o la oda a la amistad con los versos que embrujaron a García Márquez y tantas más… Eso, mientras nos aleccionaba contra esos impulsos por bailar con ella, algún día en su patio, advirtiendo: “Ve, niño, el vallenato se escucha sentado o de pie, ¡pero no siempre es baile!”.
“Las piloneras no cesan de llorar por tu partida”, dice Panesso y se pasea por los aires del Valle de Upar, recordando el nombre de La Cacica que llevamos como astilla en lugar profundo y no hemos podido olvidar como compañera de viaje en esos pasillos de la vida: Es una “broma macabra ese maldito duelo”…  “Todo nos habla de ti, Consuelo”…
Volví a vibrar con las líneas de un poemario ya enmohecido, de nuestros años mozos, donde se escribió: Bajo tu frente / los luceros místicos; / Que una noche de amor / se ha de llamar / Consuelo. (…) Porque si Consuelo / no fue amor, / Nunca habré amado: / ¡Nunca he vivido! (“Fórmulas para sonreírle al hambre”, Dinamarca, Bogotá 1982, 61pp)
La “Elegía a La Cacica” de Panesso, en el hermoso presente que nos ha entregado de su generosa mano y con gran sonrisa el maestro en esta navidad: “Con cariño para el amigo periodista Gabriel Ángel Ardila mis canciones amorosas a Pereira y a Colombia”, escribió este 17 de diciembre Bernardo Antonio  Panesso González, hijo de Viterbo Caldas, compositor y lírico cantor de las cosas buenas (15 de sus composiciones) para Colombia. Este amigo no es sólo “Tony”, sino que es un “Tesso”. Gracias.

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