miércoles diciembre 18 de 2024

El inquieto anacobero

Hernando Pacific Gnecco

 Por: Hernando Pacific Gnecco

Empezando los años 40, se encontraba aventurando en Cuba el cantante portorriqueño, Daniel Doroteo Santos Betancourt. Un locutor de aquellos programas radiales en vivo, inspirado en una canción, lo «bautizó» como el «inquieto anacobero», palabra ésta que, en la lengua africana ñáñiga, significa «diablillo». Claro; el cantante boricua era «cumplido» con las mujeres, como diría el maestro Rafael Escalona.

En Santurce, hace 100 años vino al mundo en cuna humilde. Hay 2 fechas de nacimiento: la real es el 5 de junio de 1916. Algunos biógrafos se remiten a la que «El Jefe» mismo apuntó en su historia -6 de febrero- , pues un sacerdote haitiano en rito vudú le dijo que era Acuario y no Géminis, por lo cual «El Jefe» se tomó esa licencia. De niño ayudaba al sustento familiar con distintos trabajos, incluso de lustrabotas. La familia emigra a La Gran Manzana a principios de los años 20. Desde su adolescencia demostró magnífica voz y estilo propio. Dicen que uno de los integrantes del Trio Lírico casualmente lo escuchó cantar «Muñequita linda»; sin pensarlo, invitó al joven para unirse al trío; y, sin pensarlo, Daniel aceptó. Más tarde pasó al Conjunto Yumurí, actuando siempre en los lugares de moda. En el Cuban Casino conoce a Pedro Flórez quien, maravillado, invita al muchacho a su célebre cuarteto, donde interpreta temas que ganan popularidad.

La entrada de los Estados Unidos a la Segunda Guerra aplaza la ascendente carrera del boricua, al ser llamado a las filas castrenses. La célebre «Despedida», compuesta por Flórez,marca un hito en su discografía, no sólo porque en 1941 debe dejar el grupo de Xavier Cugat-al que había llegado en reemplazo de Miguelito Valdés-, sino por el sentimiento y la conciencia antibélica que despertaba en la juventud que era convocada por los militares estadounidenses para ir al frente de combate, especialmente por el incierto retorno a casa. La sentida pieza del recluta que deja madre, novia y hogar, fue prohibida en la radio, pero no en los acetatos.

Finalizada la guerra y de regreso a los Estados Unidos, retoma su profesión artística. En 1946, gracias a Bobby Capó, le abren un programa en la RHC Cadena Azul de Cuba, regresando así al pináculo de la fama. Por esos tiempos se convierte en activista político, y abraza la causa independentista de Puerto Rico, ingresando al Partido Nacionalista. Grabó junto a Pedro Ortiz Dávila «Davilita» temas como «Patriotas», «La lucha por la independencia de Puerto Rico» y «Yankigo home». Los problemas con el FBI y el Departamento de Estado no se hicieron esperar. Incluso, simpatizó, como mucha gente de la época, con la Revolución Cubana; compuso «Sierra Maestra», adoptada por Fidel Castro como himno de su movimiento revolucionario, abandonada después por los barbudos. Se cuenta que en los Juegos Panamericanos de Cali, 1971, arrió la bandera estadounidense y a cambio izó la de su Puerto Rico del alma.

Trabajó luego para la Cadena Radial Suaritos y, posteriormente, con Radio Progreso como vocalista de la Sonora Matancera, irrumpiendo así al estrellato; se les escucha ahora por toda América Latina, especialmente en República Dominicana, México, Venezuela y Colombia. En los años 60, el Caribe lo aclama. Fue proclamado como «El Jefe» por su fanaticada arrabalera de Medellín. Su estilo influyó en algunos cantantes de época tan importantes como el dominicano Alberto Beltrán («El negrito del batey»), Charlie Figueroa y Tito Cortés, aunque no lo imitaban literalmente. En sus últimos años de vida, ya decadente, hizo giras internacionales, grabó con Johnny Pacheco y el Conjunto Clásico, y cantó junto a Héctor Lavoe la conocida «Joven contra viejo».

Daniel Santos dominó el escenario musical caribeño durante varias décadas. Imitado hasta la caricatura, era personaje sempiterno en fiestas y carnavales cuando, entre boleros, guarachas y sones, los émulos se creían el anacobero reencarnado en ellos. Sus tiempos postreros pasaron entre Colombia y Estados Unidos; muere en La Florida; sus restos fueron inhumados en el Viejo San Juan. Para el 6 de febrero, en el barrio Trastalleres, se organizó un homenaje por su centenario. Cien años después, Daniel Santos aun convoca a los muchachones fanáticos del bolero y la música caribeña, y sigue siendo referente central de la historia musical popular de estos lares del mundo.

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