Con bendición de Afrodita se corre el telón de la Gran Fiesta del Teatro
Por: Ricardo Rondón Ch.
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Pera Tantiñá es un gigante de las artes escénicas, no sólo por su elevada estatura y corpulencia, sino por los macroespectáculos de campo abierto que como director y dramaturgo, ha hecho de su compañía catalana La Fura dels Baus, un ícono mundial del llamado teatro del asombro, el que se vive desde el vértigo de las alturas, con una visión surrealista que engancha al espectador en una viaje fantástico por los vuelos de la imaginación y lo extraordinario.
La XV edición del Festival Iberoamericano de Teatro con su directora a bordo, Ana Marta de Pizarro, eligió la monumental puesta en escena de ‘Afrodita y el juicio de Paris’ de la mencionada compañía española, como un obsequio para los cultores y seguidores de los grandes espectáculos, en una inauguración totalmente diferente a las anteriores, con una poderosa convocatoria y en el escenario más apropiado: el Parque Distrital ‘Simón Bolívar’, uno de los escasos pulmones que aún sobreviven en la capital.
Esto es lo que públicos de todas las edades podrán admirar y disfrutar este domingo 6 de marzo, a partir de las 7:30 pm., cuando un desmesurado París reciba a la codiciada Helena en la babilónica rueda del triunfo (que también es la de la derrota), para celebrar el amor ante el oráculo de la diosa Afrodita, y de esta manera enterar al mundo que la Gran Fiesta del Teatro, señoras y señores, ha comenzado.
Detrás de este impresionante engranaje de antropomecánicos, grúas, arneses, poleas y jaulas delirantes, está el olfato y la pericia de un director sabio y trajinado en estas lides, que de común acuerdo con Ana Marta de Pizarro, concluyeron que los actores que participan en este montaje, fueran colombianos.
Entre estos histriones, un grupo, si se nos permite la licencia, de dramaturgos y actores del conflicto, esos Sófocles y Eurípides de las regiones más azotadas por la violencia y el crimen, y que gracias al poder sanador del teatro han logrado superar el lastre y el dolor que deja a su paso la guerra, con secuelas, la mayoría de veces, irreparables.
¿Quién se atreve a sembrar geranios en la tierra ocre y salitrosa donde no más ayer se empozaba la sangre de las víctimas?
“No les llamen más víctimas. Llamémoslos ‘inocentes’”, dice en su marcado acento catalán el señor Tantiñá, refiriéndose a Luis Antonio Santa Cruz y a Ramón García Gutiérrez, líderes culturales y maestros de teatro, el primero del corregimiento de El Tigre, Valle del Guamuez, Putumayo; el segundo, de Pueblo Bello, en el Urabá antioqueño, dos de las poblaciones colombianas que más han arrojado muertos en el marco del conflicto.
Pera siente como suyos los testimonios desgarradores de estas víctimas, perdón, de estos inocentes, que con voluntad y coraje inquebrantables han borrado de su diccionario palabras como odio, rencor y venganza, gracias a la pedagogía del teatro y del semillero que cada uno ha fortalecido en sus comarcas como promotores y difusores de escena, con el respaldo de la Unidad de Víctimas de la Presidencia de la República, y del mecenazgo del actor, director y escritor de teatro Nicolás Montero, que oficia como tutor y director académico de este proyecto.
Cuando los voceros de estas regiones violentadas, apartadas y olvidadas de la geografía nacional lo ponen al tanto de episodios dantescos y masacres innombrables, de las mujeres embarazadas sacrificadas e incineradas de la manera más pusilánime, al gigante Pera Tantiñá se le hace un nudo en la garganta y no puede evitar que se le salten un par de lágrimas.
El teatrero en cuestión se recupera de la conmoción cuando advierte el tesón y la fortaleza de los líderes, de Luis Antonio y de Ramón, que con todo lo que les ha sucedido, que sobrepasa los límites de las más abominables historias de terror y ficción, cuentan cómo a través de la creatividad y de la imaginación que ofrece el quehacer teatral con sus respectivas asociaciones, Tierra Fértil y su proyecto en marcha ‘El tigre no es como lo pintan’, y Talento y futuro, más de 500 jóvenes que vieron cómo el odio depredador arrasaba sus casas, sus seres queridos, sus animales, aplacaron su sed de rencor y venganza, y jamás volvieron a emplear un arma de fuego.
“Empleamos una técnica a la que dimos como nombre El espejo -aclara García Gutiérrez-, que consiste en fotografiar el dolor que ellos causaron, haciéndoles caer en cuenta del daño cometido”.
Poco a poco, ese despertar de conciencias fue la base primaria para la construcción de lo que hoy es una sólida escuela de formación teatral, con historias propias, inspiradas en el duro acontecer, pero lo más importante, con un sentido de reivindicación y pertenencia, más puntual en el ahora que en el pasado. “En este proceso, no son suficientes las buenas intenciones. El trabajo tiene que ser contundente para lograr resultados efectivos”, subraya Ramón.
Pera Tantiñá da fe al respecto. Dice que cuando advirtió la capacidad y el talento de este semillero, y empezó a interactuar con ellos para vincularlos a su macroespectáculo, pensó que justamente ahí, en ese trabajo a pulso, decidido y colectivo, sin más recursos que los del tesón y la esperanza de escribir una nueva historia, la del renacimiento, estaba hirviendo un Nobel de Paz, en su criterio y legitimidad. Y que ese era el gran ejemplo que todos los colombianos deberíamos seguir.
De los ochenta y cinco actores que participan en el montaje de La Fura dels Baus, el de ‘Afrodita y el juicio de Paris’, treinta son de Tierra Fértil y de Talento y Futuro, es decir, las representaciones del corregimiento de El Tigre, en el Valle del Guamuez, Putumayo; y de Pueblo Bello, en el Urabá Antioqueño.
Lo que disfrutarán los bogotanos en esta apertura oficial del XV Festival Iberoamericano de Teatro, es una versión básica de la original, la del teatro antiguo griego, el Deux ex Machina, donde los actores, respaldados por una colosal infraestructura técnica y mecánica, recrearán el mito del Olimpo, el de Afrodita, diosa de la belleza; Hera y Atenea; y París y Helena sobrevolando el firmamento capitalino sobre un Pegaso, en feroz huida para saciar un amor imposible que desatará la ira de los dioses.
Sólo que la guerra no se narrará. Quedará en el papel y en la imaginación de quienes tengan la oportunidad de comparecer al soberbio espectáculo.