miércoles julio 17 de 2024

Inteligencia Emocional en el Posconflicto

Jesús Helí Giraldo Giraldo

 Por: Jesús Helí Giraldo Giraldo 

 A Colombia le llegó la hora de la Paz. Entre todos tenemos que construirla y mantenerla, convirtiéndola en filosofía de vida y forma de pensar y de actuar. En los pensamientos y sentimientos, y en la manera de reaccionar, radica la esencia de la paz. Si al odio respondemos con más odio estaremos enfocándonos en lo negativo y el odio crecerá, sin embargo, éste huye ante la presencia del amor, como huye la sombra cuando la luz enciende. Así mismo la guerra será vencida únicamente por la paz.

La amabilidad, la comprensión, la compasión y el amor constituyen el resultado de la armonía interior y el equilibrio emocional. Instalemos en nosotros la humildad, el sentimiento de unidad, y el propósito de hacer el bien, acogiéndonos a la verdad, la capacidad de decisión y la libertad, con el debido respeto por la individualidad. Concentrándonos en las virtudes, como afirma el Dr. Edward Bach, derrotaremos el orgullo, la crueldad, el odio, el egoísmo, la inestabilidad, la ignorancia y la codicia.

A la inteligencia emocional tenemos que acudir en el Posconflicto  si queremos afrontar los miedos al proceso de paz con valor y coraje y, sobre todo, a compartir la vida con los que desestabilizaron al país y mantuvieron en zozobra a la sociedad, y a la vez, para que estos últimos puedan sentarse en la misma mesa con aquellos que consideraron sus enemigos. Se necesita mucha confianza, fortaleza  interior y prudencia para encontrar la mejor forma de convivir con los diferentes actores del conflicto.

 Ante todo, conocer nuestra mente para no ahogarnos en el mar de la incertidumbre, conscientes de nuestro propio juicio y actuar con certeza y decisión en la búsqueda de alternativas. La vacilación y la duda son enemigas del acuerdo, pero, una vez alcanzado éste, debe convertirse en la responsabilidad número uno de los colombianos. La absoluta certeza en la bondad de nuestros actos es el fundamento de la nueva historia que escribiremos entre todos. La paz requiere decisiones para fijarle rumbo al camino hacia la vida y no seguir en la inestabilidad que nos llena de muertos cada día. Colombia y la humanidad en general esperan, ansiosas, inteligentes decisiones.

Ser consecuentes del aquí y el ahora, alejándonos de los sentimientos relacionados con el pasado y excluyendo todo tipo de estigmatización, subversiva, política o clasista, es hablar el nuevo lenguaje de la reconciliación. El lugar del espejo retrovisor debe ser ocupado, ahora, por la brújula que fija el Norte de una Colombia en paz. No olvidemos que la paz  la disfrutamos todos pero la guerra se aprovecha de los más débiles.

La reconciliación activa requiere habilidad para contactar con los demás y no ser absorbidos por la sombra de la soledad y el aislamiento. Y de paciencia, tranquilidad y calma para  relacionarnos entre todos y actuar en equipo. Una vez superados los temores y convencidos de nuestro objetivo, nos integramos en una sola sinergia para fortalecer el árbol llamado humanidad.

En el compromiso por la paz tenemos que ser firmes, no dejarnos afectar por las influencias negativas y la contaminación emocional, concentrados en nuestro objetivo, libres de presiones, hábitos y ataduras, sin olvidarnos de la cordialidad, el afecto y el buen trato. En esta lucha entre el bien y el mal necesitamos convicción profunda para no caer en las redes de la indignidad.

Que nuestra palabra sea impecable para no herir a los demás o provocar reacciones negativas contra nosotros m ismos. Las palabras “lo siento, perdóname, gracias, te amo”, aparentemente sencillas y fáciles de pronunciar  adquieren un significado trascendental cuando se transforman en nuestro verbo y predicado.

En los momentos de desesperación y desaliento mantener la alegría y la esperanza, rescatando la confianza y el talento propios para hacer frente a los tropiezos y a las zancadillas, imposibles de evitar en esta gran cruzada humanitaria. Perdonar sin amargura, sin sentimiento de culpa ni resentimiento. Escuchar la voz interior, portadora de consuelo y claridad mental, al asumir el compromiso de disfrutar la liberación que significa vivir en paz.

Aprender a vivir y dejar vivir es una regla de oro para tener en cuenta en el Posconflicto, sin acoso ni manipulación codiciosa, recordando que el amor auténtico, indispensable para la convivencia en paz,  no exige nada a cambio. Ver, en la tolerancia,  las múltiples formas de concebir el mundo y, en ellas, esa gama de colores que dibujan el más bello paisaje de la existencia. Para desarrollar un liderazgo receptivo y generoso recordemos que gobernar es sinónimo de servir, y el servicio es nuestra razón de ser porque constituye el verdadero sentido del paso por la Tierra, aceptando los puntos de vista ajenos y entendiendo que existen diferentes maneras de ser y de hacer.

El secreto para alcanzar estos bellos propósitos radica en la educación, involucrando a los niños, a los jóvenes, a universitarios, a trabajadores, a los padres de familia y a todos los estamentos sociales.

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