martes julio 16 de 2024

El Jodario El libro blanco de Peñalosa

Gustavo Álvarez Gardeazábal

Por Gustavo Álvarez Gardeazábal

 Poco a poco el alcalde Peñalosa se ha ido dando cuenta que fue otra soberana equivocación de su parte publicar el libro blanco sobre lo que hizo Petro en su alcaldía. Para los colombianos, y los bogotanos sí que más, los cuatro años del gobierno de la izquierda progresista de Petro fue un fracaso, pero nadie quiere recordarlos. Bogotá se vino abajo, los caprichos reemplazaron la sabia administración y la construcción de un andamiaje político que lo proyectara a la candidatura presidencial lo llevó a las jornadas leninistas de la Plaza de Bolivar que solo lo salvaron de quedar destituido con la ayuda tenebrosa de Washington y la Corte de Derechos Humanos. Recordarle entonces a Bogotá esos cuatro años de horror cayó muy mal. Hay miles de cosas que el gobernante debe olvidar de sus antecesores y una sola que hacer: mirar para adelante y actuar en consecuencia.

¿Avalancha de casorios?

La determinación de la Corte  Constitucional de permitir en Colombia el matrimonio homosexual no es ni tan violatoria de la constitución como lo afirma Alvaro Uribe ni va a originar una crisis en la Iglesia como lo teme el obispo Falla, aterrorizado que los muchos sacerdotes gay terminen casándose  y originen un cisma. Es un acto de modernidad de Colombia para tratar de acercarse a ese mundo  civilizado e imparable que a veces nuestras leyes y costumbres han querido frenar. El Procurador siempre se opuso y tiene todo el derecho de presentar un proyecto de ley ante el mismo pusilánime Congreso que no fue capaz de legislar sobre el tema ni con el plazo que le puso la Corte Constitucional. Pero en un país que solo permitió en 1934 que las mujeres pudieran comprar bienes a su nombre y solo 1957 las dotó de cédula de ciudadanía, el matrimonio gay es, sin duda, un salto histórico adelante.

La Kertzman sin columna

La antigua directora de la DIAN, la fogosa y muy inteligente Fanny Kertzman. La misma que hizo la terrible propaganda asustando a las gentes con los perros doverman persiguiendo a los contribuyentes, se quedó sin columna. Por determinación que es del fuero interno de los dueños de la revista DINERO, su columna dejó de publicarse. Si sus escritos no hubiesen sido en los últimos meses tan uribistas y críticos del gobierno, uno podría pensar que se cansaron  con ella. Pero como el poder que antes tenía La Mesa de Juan fue reemplazado por la emperatriz María Lorena, todos los lectores de la revista de Felipe López vuelven a poner sus ojos en la Casa de Nariño y a pensar, con sobrada razón, que la censura tiene  las mismas formas  santafereñas del  siglo 19 que usaba el presidente Miguel Antonio Caro.

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