El Ojo del Halkón Que queremos, la paz o la guerra
Por Rubén Darío Mejía Sánchez
Respeto mucho hablar de temas religiosos y los temas políticos trato de analizarlos y solo ponerlos en práctica cuando concurro a las urnas electorales, porque desde que nací o mejor cuando ya pude tomar decisiones pensé cual era el equipo de fútbol de mis preferencias, el Dios en el que debía de creer y el partido político que defendería a pesar de los altos y bajos que se presentaran en el transcurso de mi vida.
No he cambiado en nada y sigo siendo seguidor del mismo equipo de fútbol, sigo creyendo en el mismo Dios y sigo creyendo en las ideas políticas que a pesar de ser contrarias a las de muchos de mi familia y amigos, creo que son con las que comulgo; pero cuando entre varias profesiones que me atraían escogí una, he tomado la seriedad y responsabilidad de hacerla respetar y de hacer con esta profesión que se respeten los derechos de los demás y que el bien esté a favor de los menos protegidos y las causas justas para el país.
Decidí no ser médico, no ser sacerdote católico, decidí ser periodista y puede que falle como persona y que cometa errores, porque todos cometemos errores, pero he tratado de respetar la ética y decir la verdad en todo lo que escribo, en especial cuando opino sobre diferentes temas; respetando los temas religiosos, políticos y de raza.
No quiero mostrarme como el salvador, ni como el que dice la última palabra sobre un tema, pero hoy me pongo los zapatos, porque ya los tuve puestos personalmente entre los que hemos sufrido los flagelos de la violencia y lo que más me duele es la hipocresía y la indiferencia de ciertos sectores del a opinión pública, que por odios y por el bien personal no les importa lo que los otros padecen.
Solo una persona que ha padecido el flagelo del secuestro y las inclemencias de una justicia que no mide con el mismo rasero a todos puede pedir que se le dé la oportunidad de vivir unas horas, unos días, unos meses, unos años en paz, sin ver que se matan entre si los hermanos, los vecinos, que se respeten los padres y los hijos y que podamos vivir en un mundo de tranquilidad.
Pero no, por lo que veo lo que quieren es que nos sigamos matando, no por sesenta años más, sino por siempre, queremos cumplir con la ley del talión que es la de “ojo por ojo, diente por diente”, queremos que nuestros corazones y nuestras mentes continúen envenenados y que los titulares de los medios de comunicación sean solo sobre sangre y que podamos disfrutar de la morbosidad que esto deja.
Escuchaba con tristeza a un parroquiano decir que el noticiero estaba malo, porque en el país no había pasado nada en la noche anterior, solo habían sucedido treinta atracos, diez personas habían perdido la vida y se investigaban cuatro o cinco violaciones a mujeres indefensas y niños. Antes nos asustábamos con una persona que hubiera muerto y ahora si no se habla de más de diez o veinte, no se registra, porque simplemente para nuestra mente morbosa y dañina nada de eso es noticia.
No entiendo que está pasando con el Proceso de Paz, el Presidente dice ante el mundo que estamos por llegar a la final de este doloroso episodio de una guerra fratricida con más de medio siglo, se cuenta con el respaldo de algún sector de la población civil y política, e igual que de la comunidad internacional, pero tenemos a un grupo de políticos que no quieren sino la guerra y que ahora en vez de llamar la resistencia civil para evitar otra catástrofe más, invitan a una resistencia civil para que no se firmen los acuerdos de La Habana y lo peor de todo es que se tergiversan las cosas y se hacen todas las maniobras necesarias para evitar que el país viva en paz y que por lo menos nuestra generación conozca esto que no ha vivido ni un solo momento, porque todos los de nuestra generación hemos vivido en medio de la guerra y de la violencia.
Sé que hay muchos que nacieron y que siguen con las ideas guerreristas, que no les importa el bien del país y que a pesar de saber que un país en paz sería más próspero; por llevar la contraria hacen lo que esté a su alcance.
No estoy defendiendo al Gobierno Santos y no me importa con quien en el Gobierno se firme el Proceso de Paz, lo que me interesa es dejarle a mis nietos un mundo mejor, pero es feo, horrible y desastroso ver que en Colombia hay gente que destila veneno y que parece que llevaran más que sangre, veneno en su venas.
Muchas veces todos cometemos grandes errores, como lo hacemos los medios de comunicación y es demostrar un país totalmente diferente porque nos interesa darle bombo o publicidad a la crónica roja y amarilla que es la que mantiene a los bajos instintos donde deben estar, no nos interesa destacar, por ejemplo, que dos grupos de profesores del Distrito Capital viajan fueran del país para compartir sus conocimientos, no nos interesa hablar de los logros deportivos y como me decía una persona al leer las noticias que publicábamos, “es que están muy positivas” es decir que nos importa es el caos y mostrar el lado oscuro y negativo del ser humano y la bondad, y la fortaleza de los buenos no nos interesa.
Definitivamente somos una sociedad enferma, una sociedad donde se está perdiendo el amor por la familia, donde el amor se mide por el dinero que se tenga, en donde estamos enseñando a nuestros hijos que lo importante es darles todo lo que piden y mantenerlos económicamente, olvidándonos de darles una buena orientación y antes de buscar buenos profesionales en todos los campos, formar personas de bien.
Estamos viviendo en un país y en un mundo donde no se respeta a los niños, los hombres, las mujeres y los mayores, estamos en un país en donde defendemos la naturaleza, si es que la defendemos, y a los animales, pero no nos importan nuestros semejantes.
Estamos en un país en donde nos fascina deshonrar a los demás antes de mirar sus cualidades y sus logros, estamos tan mal que celebramos que se hayan acabado las celebraciones de los matrimonios o las relaciones legales y la noticia es de cuantos divorcios y familias rotas hay. Ya muchos padres no les interesa que están haciendo sus hijos, mientras estén entretenidos y les dejen la vida tranquila, como lo que se acaba de descubrir en una de las ollas más peligrosas de Bogotá como es el Bronx en donde se descubrió que niñas menores de edad, estudiantes y jovencitos se van a la sector a rumbas no muy santas entre licor, droga y sexo y que cuando las autoridades fueron a intervenir alguien infiltrado de las mismas autoridades le anunció a los delincuentes lo que iba a suceder y quedó abortada la acción policiva.
Aquí estamos en un país donde la corrupción hace de las suyas, en donde la justicia sigue siendo para los de ruana y que como en el caso de los que tienen que ver con los Papeles de Panamá salgan a decir, como Pedro cuando negó a Cristo, que no lo conocía, todos los anteriores salgan a hablar de que son inocentes y que no ha pasado nada. No quiero juzgar a nadie pero dice el adagio popular, que cuando el rio suena, piedras lleva.
Que se puede esperar de un país en donde un alcalde le tomó del pelo a la justicia y terminó su mandato, en donde a los responsables de las violaciones de niños y niñas los están dejando libres, porque la justicia no funciona y se presentó vencimiento de términos, en donde más del 50% de la población carcelaria no ha tenido la oportunidad de que se le defina su situación jurídica, en donde todos le ponen la trampa a la justicia y donde por delitos menores se condena y a los verdaderos delincuentes de cuello blanco se les deja en la calle y se les da beneficios.
Donde un Ex presidente de la República llama al pueblo a la resistencia civil, en donde los enemigos de la paz hacen todo cuanto esté a su alcance para evitar que se firmen los convenios de La Habana, en donde se anuncia en las campañas políticas que no se va a fomentar los impuestos y es lo primero que hacen cuando llegan al poder.
En donde es más importante para los medios de comunicación los hechos de un delincuente que los logros de un profesional en cualquiera de las áreas de la sabiduría y conocimiento.
Estamos perdidos, lo que decía el senador Navarro Wolf esta semana sobre el peligro de no llegarse a aprobar el plebiscito cuando dice que quedaríamos “jodidos”, a lo que yo agregaría que le colocaríamos la lápida a más de uno de nuestros compatriotas, pero eso es lo que nos gusta, nos gusta la muerte, nos gusta el caos, no nos gusta la tranquilidad y la vida y no creo a los que dicen que cuando se firme el proceso de paz la gran labor de las Fuerzas Militares quede de un lado, porque esas fuerzas militares han demostrado que le pueden ayudar a la población civil con las campañas de salud, haciendo puentes y carreteras en zonas no centrales y defendiéndolas, o solo exponiendo sus vidas sino defendiendo sus derechos.
Alguien me comentaba hace unos días que si seguía escribiendo tan fuerte nadie me volvería a leer, a lo que respondo que no me interesa si me vuelven o no a leer, pero seguiré diciendo lo que siento y hablando por los que no tienen voz, por aquellos que si decían la paz, por aquellos que tienen corazones limpios y están dispuestos a perdonar, por aquellos que si aman la familia y que si aman su país.
Muchas veces hay que bajar la cabeza y entender que no todos pensamos igual, pero que debemos de buscar el bien común y hay ejemplos de países y comunidades que han logrado vivir en paz y su progreso se ha visto, pero aquí en donde se cree que un partido de fútbol no es importante si no se juega a muerte y en donde los pseudo hinchas van a los estadios a sembrar el terror en vez de disfrutar de un buen espectáculo no hay nada que esperar.