Contraplano El Cabo Cañaveral de ‘Argos’, el árbitro de nuestro idioma
Por Orlando Cadavid Correa
El periodista Rodrigo Pareja Montoya acaba de aportarle a la historia del diarismo nacional una página absolutamente desconocida sobre la forma en que debutó como columnista, en la edición regional de El Espectador, en 1975, en Medellín, el irrepetible cazador de gazapos Roberto Cadavid Misas, ‘Argos’.
El inolvidable crítico gramatical paisa –que cumplirá 27 años de muerto este lunes 15 de agosto— marcó un hito en el periodismo como árbitro del idioma, derrochando gran sentido del humor, sin agraviar a su clientela, y mucha sabiduría.
Así describió Pareja en el portal del CPB aquel lueñe día cuando lo vio por primera vez: “Con la informal pinta que llevaba, su estatura más bien baja y su no disimulada timidez del momento, nadie podría adivinar que era una persona singular, un hombre cultivado en la cultura y, mucho menos, alguien que habría de convertirse en importante figura dentro del periodismo escrito.
Con su cartapacio lleno de papeles al hombro y una leve sonrisa, entró a la redacción de El Espectador en Medellín e indagó por el responsable de la edición regional que ese diario había comenzado a imprimir en 1975.
Después de los saludos de rigor y el protocolario apretón de manos, ofreció convertirse en colaborador, y a manera de justificación de su deseo, le mostró a Rodrigo una serie de artículos y poesías de su autoría, algunas de estas últimas impublicables pero muy bien hechas — según le contaría después – escritas en sus ratos de ocio que a veces le dejaba su profesión de ingeniero.
Esta última la ejerció trabajando en la central del Río Prado, en el Tolima, sitio donde desempeñó por última vez y en firme los conocimientos que tenía sobre la materia, no se sabía si tan enciclopédicos como los que demostraría después en temas afines a la literatura.
Pareja plantea la posibilidad de un dilema que aparentemente nunca existió:
“Hoy, años después de ese encuentro que fue uno de los más gratos en mí ya larga carrera de periodista, pienso qué habría podido pasar si Roberto Cadavid Misas—el irreemplazable Argos – hubiera decidido ese día no visitar las oficinas de El Espectador sino enrumbarse más bien unos metros más hacia el occidente, donde tenía su sede el periódico El Colombiano. Parece que, en la puja, si la hubo, triunfó el talante más liberal del ingeniero”. Y apunta punta el experimentado cronista antioqueño: “Presunción mía aparte, lo real es que ese día nació para bien del periodismo colombiano el que sería con el paso de los años uno de los más leídos columnistas, un crítico que no dejaba heridas y un cazador insustituible de gazapos a los que, con sapiencia y humor, les sacaba el mejor partido”.
Algo más: “Cada que dejaba en mis manos su columna para la edición regional de El Espectador, era algo nutritivo para la mente y el espíritu, pues el personaje no se ahorraba nada de lo que sabía y, además de su facilidad para contarlo y compartirlo, tenía una deliciosa ironía que hacía relucir en el momento preciso”. (La historia no para aquí, pero el espacio se agota).
La apostilla: Ante el éxito arrollador de la columna de Argos, en la edición regional de El Espectador-Medellín, don Guillermo Cano y don José Salgar decidieron trastearla (también con muy buen suceso) para la edición nacional de “El Canódromo” de entonces. Y ahí desplegó por completo sus alas.