El Ojo del Halkón Dos pasos firmes para la paz
Por Rubén Darío Mejía Sánchez
Cartagena de Indias, 17 de septiembre_ RAM_ Ahora si entiendo porque los escritores y periodistas del Caribe hacen tan bien su trabajo y digo que lo entendí porque en la tarde del jueves mientras miraba las semi pasivas aguas del Caribe en esta ciudad me di cuenta que la inspiración llega y llega de una manera tal que las ideas fluyen y uno quisiera tener el ordenador a la mano para simplemente plasmar las ideas, o sería mejor, como le sucedió al mismo García Márquez, que hacía sus recorridos matutinos antes de ires a sentar y contar todas las bellezas del Caribe, horas antes había mirado las murallas de Cartagena y la Ciudad Vieja, había estado en el Castillo de San Felipe, en donde les confieso que sentí emoción y tristeza al darme cuenta de cómo de verdad habían sido de valientes y heroicos los cartageneros de entonces para defender su ciudad.
Cartagena de Indias es un misterio, es un ensueño no solo por el ambiente de la naturaleza y el sonar de las olas en la mayoría de parte de ella, sino por el don de sus gentes, gente trabajadora en donde se ve que a pesar de contar con sitios llenos de riqueza material hay otros llenos de riqueza humana y de grandes valores que desde la parte de atrás hacen grande la ciudad trabajando y sabiendo hacer lo que solo ellos saben hacer, que el turista se sienta como en su propia casa y que esa industria sin chimenea que se llama turismo siga su marcha.
Cartagena la antigua sigue siendo la misma, aunque se nota que le hace falta una manito para mantenerla siempre bella, puesto que no se puede hacer ningún arreglo arquitectónico; pero hay partes deterioradas que deben de ser mejoradas cuanto antes. La ciudad moderna es una ciudad moderna, que sigue creciendo a pasos agigantados, se construyen edificios y centros comerciales además de apartamentos y va creciendo y expandiéndose, que hasta el mismo cartagenero de a pie dice que como van, van a llegar hasta Barranquilla, se diría que es un poco exagerado, pero es la gran verdad.
La situación económica para los ciudadanos común y corriente es un poco difícil, el trabajo escasea y entonces deben de pegarse de su genialidad para trabajar en el campo del turismo y sacar adelante sus familias.
Existen tres Cartagenas, Cartagena la vieja e histórica, orgullo de Colombia y patrimonio histórico de la humanidad, Cartagena la moderna, que como decía anteriormente no tiene nada que envidiarle a las demás ciudades del país y quizá del mundo, y la Cartagena de los pobres y olvidados, una Cartagena donde sus gentes tienen únicamente lo poco para vivir, donde la pobreza es tal que se siente en el ambiente, donde se teme por el futuro de los jóvenes y de los niños y donde están olvidados, como decía mi abuelo, hasta de la mano de Dios. Pasar por ese lugar da grima, quise gritar, pero apenas me limité a mirar y a soportar los reductores de velocidad que hay en cada esquina, estos utilizados para que cuando las autoridades lleguen a hacer operativos o a tratar de reducir el microtráfico se les preste el trabajo; pero al fin y al cabo allí hay gente buena, gente trabajadora que se siente olvidada de los gobiernos locales y nacionales, y que para ellos ni la paz ni la guerra tienen sentido, mucho menos un 11 de noviembre porque esta fecha solo sirve para que las reinas vayan a tomarse fotos y a demostrar que se acuerdan en medio de sus grandes fiestas, del dolor ajeno.
Me llamó mucho la atención que en medio de tanta pobreza y miseria se alzara como un monumento a la grandeza, al futuro y abrir una puerta ese majestuoso colegio donado por Shakira dentro de su programa de los Pies Descalsos.
La seguridad de Cartagena es buena, ahora mucho más porque se ha contado con fuerzas militares, de inteligencia y de policía que se preparan para que no vaya a suceder nada en la ciudad que lamentar durante la firma de la paz entre el Gobierno y las FARC.
Hablaba de dos pasos firmes para la paz, uno de ellos la firma que se estampará durante el encuentro en esta histórica y grande Cartagena de Indias, hecho importante porque las nuevas generaciones puede que ya no hablen tanto de la llegada de Colon, de la independencia de Cartagena, sino del fin de la guerra que se llevó más de medio siglo de esperanzas y que dejó millares de muertos, discapacitados y heridos, además de secuestrados y familias destruidas, que tuvieron que dejar el campo para emigrar como judíos errantes alrededor de la geografía del país.
El segundo, es el plebiscito por la paz, y ahí es donde la vi grave, porque vuelvo y repito algo en lo que tengo aburridos a mis lectores y que es la polarización. Los que no han sufrido los avatares de la guerra no están interesados en que se firme la paz y que el proceso de paz sea válido y refrendado en el plebiscito del 26 de septiembre; muchos colombianos que viven en la ciudad y no conocen el trabajo, los esfuerzos y los sacrificios de los campesinos no solo por hacer brotar el fruto de la tierra, sino para evitar que se les mate, no les importa lo que está sucediendo.
Otros son los políticos que han visto la gran oportunidad de figurar y que no se dan cuenta que el 27 de septiembre podemos estar llorando de arrepentimiento como lo hace Inglaterra en estos momentos por su error en una definición equivocada.
En el país europeo rodaron cabezas de los que se equivocaron y en Colombia los que están induciendo al error y a la equivocación van a ser tan campantes como nada, porque según ellos no pierden nada y en caso de ponerse el asunto difícil arreglan su valijas y desaparecen del país.
En Cartagena ví algo que me llamó mucho la atención, el mayor número de la población está con el NO y al preguntarles lo que sucedía me contestaron seca y llanamente que porque ellos le creían a Uribe que les había llevado la paz a la región y no en el presidente Santos, el que les llevaría una fuerte reforma tributaria. Si estamos así el SI y el país está perdido.