jueves julio 18 de 2024

James: saber esperar.

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Por Esteban Jaramillo Osorio.

Ver jugar  al Real Madrid sin James Rodriguez en la nómina, no es atractivo para muchos de nosotros. El concierto proviene de Ramos con su fastidioso fútbol  choque, que golpea sin piedad a quien se le atraviese, con cara de ángel, inofensivo, y tolerancia arbitral. O de  Cristiano, sin duda crack, que en épocas de fatiga enseña sus berrinches de malcriado, desaprobando a sus compañeros o a su entrenador. Bale con un motor de fórmula uno, con pocas ideas, que corre  «desbaratado», con la mira puesta en gol, en un pulso con las demás estrellas de su equipo , las que quiere eclipsar. Sin duda hay en el club Blanco, muchos buenos jugadores, ejecutores de pases imposibles, de maniobras de lujo, de goles para enmarcar. Pero son actores de reparto porque aquellos artífices del espectáculo, tantas veces de fútbol banal, roban el protagonismo a los demás.

Zidane se ve como un entrenador del montón, que sufre con la despensa llena, incapaz de innovar sobre la marcha, caprichoso y apasionado. Su gestión se apoya en su pasado futbolero, por el respeto que emana y la admiración del aficionado  a sus habilidades del ayer. Su víctima propiciatoria es James, al que le ignora  sus condiciones influyentes en el rescate de resultados confusos, por sus pases magistrales y su presencia en el gol.

James ya no lucha consigo mismo.  Ese combate parece lo gana porque ha aprendido a reconstruirse desde la actitud. Ahora confronta de nuevo con su entrenador, porque no encaja dentro de su predicado futbolero, en el que le da un papel de segundón.

Sus recientes apariciones dejaron un grato sabor, porque sin estar a tope marco diferencias  técnicas en el juego, actuando detrás de los delanteros, posición cómoda para sus facultades.

La zurda de James garantiza desequilibrio individual con aportaciones al colectivo, especialmente por sus  precisos pases a gol.

Debe llenarse de paciencia el ídolo nacional. Nunca aburrirse. La condena que se le impone no tiene justificación y, sin entrar en lucha verbal con  el entrenador con el efecto nocivo de los trascendidos, esperar su oportunidad porque esta llegará.

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