Cachacos y paisas han marcado desde el mismo nacimiento del fútbol colombiano un atractivo enfrentamiento entre dos de las cuatro principales ciudades de la geografía colombiana, Bogotá, la capital, y Medellín, la otrora capital textil y hoy convertida en una de las modernas ciudades de Latinoamérica y el mundo.

Sin embargo, en la década de los ochentas y noventas simbolizaron dos bloques que marcaron el rumbo de la vida social, económica y política del país, al punto que pusieron el jaque a la sociedad.

Ambos llevaron el estigma de ser los alfiles en el terreno de juego de dos bandos del narcotráfico que hicieron de las apuestas de grandes sumas de dinero e inmuebles una rutina de domingo, derroche en la compra de futbolistas y simbolizaron el juego del poder ilegal reflejado en el fútbol.

Además, esos años acrecentaron una rivalidad regional que hasta el día de hoy persiste aunque matizada en los últimos años por la violencia desde las tribunas.

Sin embargo, ambos clubes se pudieron quitar el ‘INRI’ de la influencia de los narcodineros, limpiaron sus sociedades y hoy representan a dos conglomerados empresariales que le han dado altura y prestigio a la dirigencia deportiva colombiana.

Millonarios lavó su imagen, fortaleció su estructura empresarial, pasó a ser una sociedad anónima con aportes legales y soportados en el prestigio de importantes profesionales de la sociedad bogotana hasta recuperar es orgullo histórico que les dio el título del gran club ‘embajador’ de Colombia ante el mundo.

Nacional pasó a manos de uno de los grupos empresariales que mayor desarrollo le aportó al país y a la vez en una de las empresas que más nutren ese sentimiento de ser antioqueño y colombiano como quiera que es el equipo que más hinchas ha cosechado en la geografía nacional desde los albores de la década de los noventas con su primer trofeo de Copa Libertadores.

Pero por encima de los aspectos sociales y económicos que han ido a la par de la vida de estas dos instituciones, siempre que saltan a la cancha personifican uno de los dos grandes clásicos del fútbol colombiano, a dos de las tres más grandes fanaticadas del país y dos de las instituciones que representan el orgullo del balompié nacional para mostrar ante la gran aldea suramericana.