El Ojo del Halkón Qué pena, en Colombia cualquiera es periodista
No sé cuándo se está acercando la verdadera celebración del día de los periodistas, el 9 de febrero, que pensar sobre la responsabilidad de quienes pertenecemos al gremio en cuanto tiene que ver en hacer respetar nuestros derechos y para ello quiero dar mi opinión muy personal, aunque con comentarios de muchos colegas que no se han atrevido a decir nada por temor a perder sus puestos y a ser estigmatizados por una sociedad en donde no se respetan los derechos adquiridos por una gran minoría y en este caso de los comunicadores o periodistas.
Muchas cosas han sucedido, por la década del setenta un grupo de periodistas pertenecientes a la otrora Asociación Colombiana de Periodistas, bajo la dirección de un periodista con inclinaciones sindicales; pero al que creo calificar como uno de los grandes en el periodismo político, se atrevió a poner el grito en el cielo y llevar contra las cuerdas, como se dijera en boxeo, al presidente Alfonso López Michelsen, quien pasaba por un momento difícil de escándalos en los medios de comunicación por su manera corrupta de manejar sus cosas el Ministro de Obras Públicas de la época y que se atrevió como presidente a firmar la ley del periodista que daba los derechos a quienes ejercían esta profesión, Ley 51 de 1975, que al mismo tiempo reconocía la tarjeta profesional de periodista, que en el momento de su adjudicación fue objeto de una serie de equivocaciones con el fin de apoyar a quienes hacían un excelente periodismo pero no de manera profesional sino empírica; pero que dedicaban su vida al oficio de una manera magistral; pero el error fue que se colaron muchas personas y se pidió que quienes no fueran profesionales de academia demostraran de manera juramentada que ejercían la profesión por un espacio no mínimo de cinco años y esto abrió la puerta para una mano de colados de manera tal que recibieron el tan preciado documento verdaderos periodistas, el mismísimo Presidente de la República, senadores y representantes, conductores, mensajeros y hasta la señora de los tintos, y nadie hizo nada.
Pero hasta ahí no ha pasado nada, fueron muchos los abusos que se cometieron con este documento, porque por lo general no ejercían la profesión utilizaron esta oportunidad para asistir a eventos y estar presentes en donde solo merecían estar quienes estaban detrás de la noticia y porque no decir que muchos inescrupulosos cometieron delitos a nombre de esta sagrada profesión.
Después de unos años, una administración de una agremiación que no digamos que ayudó mucho en el reconocimiento profesional de los periodistas hizo algunos negocios y acuerdos con políticos hasta el punto que la tarjeta profesional en vez de ser reglamentada para quienes ejercían la profesión, se le dio sepultura de tercera dejando sin reconocimiento a los verdaderos profesionales.
Pero, al fin y al cabo, dice el adagio popular que el hábito no hace al monje y es que el periodismo es un verdadero apostolado, de quienes dicen la verdad, buscan la noticia, leen y estudian y buscan el bien de la comunidad por encima de sus intereses personales.
La academia ha hecho muchas cosas por esta profesión; pero últimamente la formación intelectual del periodista ha ido desmejorando de manera tal que los periodistas se han vuelto de escritorio, no investigan y se han vuelto figuras, considerándose muchas veces más importantes que la misma noticia; pero no aportándole nada a la profesión. Muchos no saben escribir, no saben redactar y que hablar de la horrorosa ortografía que tienen y lo peor del caso es que después que el Ministerio de las Comunicaciones dejó de ser el guardián de la buena radio, no solo de las buenas voces, sino de la gente que sabía lo que iba a decir al frente de un micrófono se abrieron los micrófonos para que se diga cualquier cosa y muchas veces de manera vulgar y de doble sentido sin respetar la radio audiencia y lo peor, que el Gobierno no vigile lo que se está haciendo al respecto.
Hay talentos, pero la forma como ha entrado la comercialización a los medios de comunicación no deja hacer nada y los intereses comerciales y políticos están por encima de una verdadera y buena información.
Se quejaba en el día de hoy la actriz Vicky Hernández sobre lo mala que se ha vuelto la televisión en cuanto a contenido se refiere y en eso estoy de acuerdo, los buenos noticieros desaparecieron, da deseos de vomitar ver un informativo a la hora del almuerzo, por la cantidad de violencia y bajezas del ser humano que se muestran y no tienen razón cuando dicen que eso es lo que quiere la gente, lo que sucede es que la gente recibe lo que se le da y como no se les obliga a pensar no lo hacen.
Podemos tener como ejemplo lo que sucedió con el referendo para avalar los acuerdos de La Habana, los promotores del NO, según declaraciones de su propio jefe de campaña se apoyaron en la gente que no ve, que no sabe en qué país está y que recibe la información tergiversada y lo peor es que muchos medios de comunicación se prestaron para esta sucia campaña y dejo constancia no estoy de acuerdo ni con el uno ni con el otro; pero tampoco estoy de acuerdo en que se diga que las personas casi analfabetas que tiene el país puedan ser manejadas en esta guerra sucia en que nos hemos visto en los últimos años en vez de buscar soluciones a los problemas del país.
Con todo el respeto que se merecen mis colegas, no estoy de acuerdo con algunas secciones que se hacen en televisión, específicamente en los noticieros, eso de decir que cualquier persona “EL PERIODDISTA SOY YO O EL REPORTERO SOY YO” me parece el irrespeto más grande que se pueda hacer a una profesión, que comienza a irrespetarse desde el seno mismo de quienes la ejercen. No estoy diciendo que los informes sean malos, pero sería lo mismo decir que el señor que barre las calles es el médico, es el arquitecto, es el ingeniero o es, o es, o es. Nosotros mismos no nos hacemos respetar y por eso es que nos manosean o hacen con nosotros lo que se nos viene en gana.
En todas las secciones aparece gente que no tiene nada que ver, en farándula y muchas veces en presentación de noticias llegan niñas muy lindas que son contratadas simplemente porque fueron reinas de belleza; pero como dice el refrán, no han leído ni siquiera un libro completo en su vida.
Y que decir en deportes, ya están terminando con los redactores deportivos y los comentaristas, porque la mayoría de jugadores cuando terminan su ciclo activo son llamados a llenar las plazas que debían de estar copadas por los que han ido a la universidad y han estudiado periodismo y nadie dice nada y no estoy diciendo que los ex deportistas no lo sepan hacer bien; pero aprendí en mi casa que zapatero debe irse a los zapatos.
Como sería de bueno que las agremiaciones periodísticas y los propios periodistas tomáramos en serio lo que está sucediendo, para evitar que muchos de nuestros colegas que se han dedicado por años a ejercer de verdad la profesión no estén marginados y muchas veces terminando sus días en la completa miseria porque han sido suplantados por otros que no conocen del oficio.
Esto mismo sucede con los actores y las actrices, en donde después de los años y por la comercialización, se les ha dejado a un lado y donde hemos creído que por una persona ser mayor de edad debe de enviarse a la calle o al cuarto de San Alejo como un objeto que ya no sirve para nada, olvidándonos de lo que dio y de lo que puede dar gracias a su propia experiencia.
Hablamos de paz, hablamos de víctimas y nos olvidamos que son muchas las víctimas, porque es víctima quien no se le reconoce su trabajo y su talento y es víctima quien es desplazado por quien o tiene sus capacidades para ejercer una y otra profesión.
El mejor regalo que se podría dar en el verdadero día de los periodistas, el 9 de febrero y no en la fiesta que se celebra en agosto sería que tanto los periodistas como las autoridades nos pusiéramos en serio a hacer respetar esta digna profesión.