jueves julio 18 de 2024

La contraria del pueblo

Por: Andrés Hoyos

Cuando el resto de la humanidad huye en estampida, hay pequeños grupos que toman el camino contrario. Sí, hablo de los bomberos, los socorristas, la Cruz Roja y demás, si bien en las circunstancias actuales se destaca con claridad un grupo: los humoristas. Ellos se les miden a las avalanchas políticas, a menos que los maten, como en Colombia matamos a Jaime Garzón.

Así, mientras los demás andamos en pánico sobre Donald Trump y su partida de mentirosos profesionales, para los humoristas, en especial para los programas de la televisión nocturna de Estados Unidos, el hombre del peluquín equivale a una mina de oro. Hágase de cuenta una docena de tiburones que detectaran un banco de pargos rojos y se prepararan para el festín.

Los humoristas —ahora acompañados por los periodistas no sectarios y los principales medios de comunicación del país, que luchan por su vida— actúan como antídotos que frenan el desarrollo de la enfermedad. Pese a que cualquier presidente gringo goza una luna de miel al comienzo de su mandato y suele subir en las encuestas, la popularidad de Trump se ha mantenido cercana al 40 % e incluso ha bajado, lo que impide la metástasis. Es cierto que todavía no ha caído en picada, lo que indica que el mal subsiste. Digámoslo con total claridad: Trump con una popularidad por encima del 60 % sería la fórmula para el desastre. Los humoristas constituyen también una válvula de escape. Podría haber una explosión, y ellos, al producir constantes estallidos de risa, la evitan o la posponen.

Es difícil subestimar el poder del POTUS (acrónimo de “President of the United States”), empezando porque tiene botones a su alcance con los que podría destruir al mundo. Pero incluso sin la amenaza de una guerra nuclear, Trump en este momento cuenta con mayorías en ambas cámaras del Congreso. Además, en Estados Unidos hay un sistema presidencialista, de suerte que cuando el mandamás se ensaña con los más débiles o quiere implantar políticas radicales, puede causar catástrofes. La gran burocracia tiene allí una vena cruel, así ahora se haya desatado una saludable resistencia, que empieza por los servicios secretos y contamina buena parte del aparato del Estado. Trump y su equipo la llaman the deep state (“el Estado profundo”). No debe uno hacerse ilusiones, esta activación no se debe a que estas instituciones sean inherentemente buenas para quien no sea un ciudadano americano privilegiado —no lo son—, sino porque Trump es tan arrogante y a la larga tan bruto que las ha atacado sin piedad, ocasionando un sordo y continuo contraataque.

Personajes con empaque de dictadores no se arrugan ante la indignación, el miedo y el sufrimiento que ocasionan. Al contario, se sirven de ellos para medir el éxito de su gestión. En cambio, les desesperan la información clara y la burla. De ahí que cualquier intento por controlar a la fuerza ambos fenómenos sea un indicio de que se está ante un líder peligroso. Por lo mismo, la libertad de crítica, de opinión y de burla son insustituibles en una democracia. Es más: algo me dice que Trump intentará hacer algo drástico en la materia y que por ahí vendrá su fin.

He aquí una lista de algunos de los principales humoristas de la televisión gringa: Alec Baldwin (Saturday Night Live), John Oliver, James Corden, Jimmy Kimmel, Chris Wallace, varios en Comedy Central, Bill Maher, Seth Meyers y Stephen Colbert. Busque sus videos y se divertirá de lo lindo.

[email protected], @andrewholes

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