Somos viejos, pero no zorros
Por: Octavio Quintero
A menos que los viejos se agrupen y tomen conciencia de su marginación social, y decidan por tanto reclamar su espacio, su situación (1) de seguridad de ingresos, (2) de estado de salud, (3) de capacidades y (4) de entorno favorable, seguirá deteriorándose en el futuro inmediato y, por ende, en el largo plazo.
Y esto es todavía más importante: a menos que los trabajadores activos se concienticen de que también van a llegar a viejos, las políticas del Estado en torno a la vejez seguirán siendo lo último a considerar en los planes de desarrollo nacional, departamentales y municipales.
Pero una distinción es pertinente: una cosa son los auxilios de que disponen los gobiernos para “atender” a la vejez, y otra bien distinta es la política de Tercera Edad: los primeros (auxilios) son manejados como dádivas que hipotecan la libertad de los viejos en todas formas, pero en particular, su libertad de expresión y de elección; en cambio, la segunda (política de Tercera Edad), es la política de Estado que obliga al gobierno respectivo a reconocer a los viejos en todos sus derechos; reconocérselos y hacérselos respetar.
Pero una política de Estado no es suficiente, aunque esté contemplada en la constitución; en la legislación y en la normatividad… De ahí a que se cumpla, es el camino que pasa por los grupos de presión: agremiaciones, sindicatos, ONG, Veedurías, movimientos y partidos políticos y, por supuesto, la justicia (cuando opera y en favor de quién opere).
En ningún país con mediana solidaridad social, habría explicación en que, su Congreso Nacional lleve más de 6 años discutiendo un proyecto de ley que reduce del 12 al 4 por ciento el aporte obligatorio de los pensionados a salud, en tanto que los trabajadores activos solo aportan el 4%. Eso es una abierta desigualdad en contra de los pensionados (viejos) que los toman como trabajadores activos dependientes de sí mismos, este es, obligados a pagar el 4% de uno y el 8% del otro (¡¿?!).
Ninguna organización pensional, más o menos influyente, se habría dejado “mamar gallo” de un Presidente que prometió en campaña apoyar dicha reducción, y lo que dispuso después de la reelección, fue ordenar a su inefable ministro de Hacienda a que se escude en la llamada regla fiscal para forzar en el Congreso el archivo del proyecto en curso.
Todo esto lo hace Santos y lo seguirá haciendo su sucesor porque los pensionados no tienen músculo político ni músculo sindical y, lo que es peor, no parecen tener solidaridad entre ellos, ni de los trabajadores activos que, por falta de una auténtica representación sindical, andan en su propio cuento: luchando el pan de hoy sin darse cuenta del hambre que les espera mañana.
Esto no es promoviendo desde púlpitos emotivos el voto obligatorio o el voto en blanco; ni promoviendo reformas políticas o judiciales, y ni siquiera consultas populares o asambleas constituyentes que serían pasos en esa dirección, pero no determinantes: esto es una cuestión de organización de base, fuerte y decidida, como las que operan a nivel del sector privado: una para todos y todos para una… La estructura tributaria es su nítida expresión: impuestos directos hacia abajo, e indirectos hacia arriba, porque los directos tienen dolientes (los ricos) y los indirectos No (los pobres).
Fin de folio. – Nada se logra con prolongar la esperanza de vida humana, si al mismo tiempo estamos llegando a una sociedad de viejos pobres, enfermos, inutilizados y abandonados en medios inhóspitos.
GES (GRUPO EDITORIAL EL SATÉLITE)