domingo noviembre 17 de 2024

El hincha, desmedido en los elogios, es brutal en sus palizas

 Por Esteban Jaramillo Osorio

El hincha, desmedido en los elogios, es brutal en sus palizas. El salto de un estado de ánimo a otro está ligado estrechamente al resultado. Siempre el futbolista en la línea de fuego, para vivir en una jungla o en el paraíso. Si gana, “ un duro de matar”; si pierde, un villano que juega con los sentimientos del pueblo.

Por ejemplo, el baile viral de Jerry, cuadrado y Armero, en el vestuario después de doblegar a Ecuador, se vio como la alegría del fútbol, la felicidad del equipo,  el arrebato descontrolado de un triunfo.

La victoria  es terapéutica. El viaje al mundial es un reto precioso, en la medida de los buenos resultados, cuando se dominan los caprichosos movimientos del balón, las mentes de los jugadores y se subordina a los rivales. Si un equipo gana, las  estructuras son fuertes, los planes de juego  se ven armónicos, los futbolistas son figuras intocables, el técnico tiene poderes mágicos reveladores y se rompe el escepticismo, mal crónico de un país exitista.

Pero, en la derrota, nos indignamos, señalamos,  menospreciamos, perdemos el equilibrio emocional, nos desesperamos y vivimos en alerta y en emergencia, llegando con ello al cinismo crítico destructivo.

De haber perdido Colombia el anterior partido, los movimientos cimbreantes, auténticos y espontáneos de los traseros de Armero, cuadrado y Mina, serían una burda coreografía y se relatarían, de nuevo, con pelos y señales, las agresiones de “minia” a su esposa. Se le exigirían explicaciones y, seguramente, volverían los procesos en los medios tan acostumbrados a montar tribunales de juzgamiento. Se le daría validez a la reconocida Andrea Guerrero, comunicadora  deportiva, quien, con valentía, se declaro indignada por la convocatoria del marcador de punta, sin conocer de él (ya lo hizo) disculpas públicas por su denigrante comportamiento.

Son vulnerables los héroes del fútbol. Así digan lo contrario, se debilitan ante la critica, porque toca íntimamente sus egos, tan  robustos por sus éxitos y sus triunfos. Lo mismo el hincha que vive influenciado por el periodismo y  al calor del resultado.

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