El Ojo del Halkón La violencia no tiene sexo
Por Rubén Darío Mejía Sánchez
Ya nos tienen aburridos los informes amarillistas en televisión y en radio sobre la violencia contra la mujer y digo nos tienen aburridos, porque el nuevo periodismo no respeta muchas veces la dignidad humana y se hacen preguntas tan salidas de tono que antes de ayudar lo que están es complicando la situación sobre la violencia en Colombia en lo que tiene que ver con relaciones interpersonales que cada día dejan más víctimas, tanto de hombres como de mujeres.
No voy a hablar de cifras, porque cada que una mujer es valiente y sale a denunciar a su agresor, que por lo general es su ex pareja sentimental, el drama que se monta y las palabras que ponen en boca de los protagonistas no son las adecuadas y lo que se hace es muchas veces victimizar, no para el bien de la víctima sino para el rating del medio de comunicación que presenta el informe y en donde por lo general el periodista hace el papel de juez y parte de la situación.
Soy de los que condenan la violencia contra toda persona llámese hombre o mujer y aclaro que durante el tiempo que estuve cubriendo crónica judicial, me pude dar cuenta que la violencia no tiene género y es tan fuerte en contra de las mujeres como en contra de los hombres, porque han desaparecido las formas y fórmulas de solucionar los problemas por medio del diálogo y se comienza por un grito y luego por lanzar lo que se tenga en las manos convirtiéndose estas en armas mortales y en donde en un momento de ira cualquiera se vuelve criminal por no pensar en las consecuencias de sus hechos.
Conocí casos de noches en las Comisarías en donde llegaban ocho hombres heridos y tres mujeres, pero el caso era que la noticia se promulgaba al dar a conocer lo que había sucedido con las mujeres por considerarles el sexo débil y por ser las que se atrevían a denunciar lo que estaba sucediendo, mientras que los hombres, por aquello del machismo y vergüenza propia no se atrevían a decir nada, porque quedaban mal ante a sociedad y principalmente ante sus compañeros, de haber sido víctimas de una garrotera, de ultrajes y de mucho más por parte de sus mujeres.
Todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor tiene nombre propio, mala educación, mala orientación por parte de la familia y donde el machismo que tuvo la base fundamental en el comportamiento de las mujeres, que hizo que los hombres se mostraran los más fuertes y los que actuaron muchas veces sin respeto ante la mujer, por el simple hecho de ser hombres y de haber contado en más de una oportunidad con el apoyo de sus padres y familiares.
Los hombres no denuncian, porque desde niños hemos escuchado la famosa frase de que los hombres son fuertes y nunca lloran y las mujeres han sido tomadas como lo peor y la esclava, por parte de ciertos hombres que no aprendieron a respetar desde sus propias casas a sus madres y a sus propias hermanas.
La formación en el hogar es básica, hace algunos años era un trofeo que un hombre se metiera con todas las mujeres que pudiera, pues al fin y al cabo era el hombre y antes si actuaban de manera respetuosa en algunos sectores se les calificaba como hombres sin carácter por no imponer sus leyes sobre la esclava llamada mujer.
Lo anterior dejó grandes secuelas, pues los maltratos contra las mujeres o contra los hombres no son nada nuevo, son cosas que se han presentado desde hace mucho y que antes por aquello de que las mujeres eran más sumisas no se conocía y cuando no había liberación femenina las mujeres tenían que aguantar todo lo que les hicieran sus hombres, por el solo hecho de la supervivencia, puesto que, ellos eran los que manejaban la parte económica del hogar y hoy las cosas han cambiado, las mujeres ya no dependen económicamente en su mayoría de los hombres y de esa economía machista que era la que amarraba y hacia ver hogares perfectos donde no existían.
Las leyes para esta clase de delitos han sido flojas desde siempre y me parece más dura la respuesta que da la Policía en la Capital de la República en los últimos días, cuando dice que la solicitud de protección a las mujeres es superior al número de uniformados con los que cuenta la institución en la Capital Colombiana, porque cada mujer debería de tener un policía de cabecera.
Los jueces no imponen la ley y muchas veces olímpicamente le dan a los agresores casa por cárcel, enviándolos para que se cumpla lo de la famosa película “Durmiendo con el enemigo” y otra cosa que hay que tener en cuenta es la lentitud y el criterio de quienes reciben las denuncias, en una oportunidad una persona se atrevió a amenazarnos y cuando fuimos donde las autoridades, se atrevieron a contestarnos que ellos no podían hacer nada hasta que no vieran que había pasado algo y que se presentara un hecho de sangre; lo que quiere decir que las víctimas de la violencia intrafamiliar están en completo abandono y las autoridades no están preparadas para responder a la demanda que se presenta por estos hechos y menos para evitar que esto suceda.
Alguien decía con mucha razón que estamos en un país enfermo, si estamos enfermos mentalmente, se ha perdido la figura de la familia, la figura paternal, el respeto a los seres que más queremos y mucho más a las autoridades que cada día pierden más autoridad y respeto de los ciudadanos.
Hay que trabajar desde el hogar para formar hombres y mujeres respetuosos, donde la unión entre el hombre y la mujer sea la verdadera base de una sociedad y quienes conformen la familia sean dignos de respeto, porque de lo contrario no hay ningún proceso de paz que valga y una mente que tenga la violencia como base nunca va a actuar bien y lo peor del caso es que todos somos responsables, por no saber educar y por ser alcahuetes con lo que hacen nuestros menores.
Por más policías que pongamos, por más leyes que creamos no vamos a conseguir nada, sino tomamos en serio que todo parte desde la base de educación y formación desde el hogar.