viernes julio 19 de 2024

Operación Brasil

 Por Esteban Jaramillo Osorio.

Jugosa es la historia cada vez que se evoca el cinco a cero ante Argentina. Inolvidable fecha, el cinco de septiembre del 93. Recordar inspira, motiva y reactiva ilusiones. Que tiempos bellos instalados en la memoria en esta larga aventura por el mundo siguiendo la pelota y sus artistas.

Por calendario, en fecha igual, el próximo martes Colombia enfrentará a Brasil… Otra vez Brasil, imparable, con su malabarismo y su fuerza  colectiva. Con la innegable influencia de Neymar y los astros que lo rodean.

En Colombia, se espera, vuelva James. Hoy mas que nunca necesario por la implicación en el juego grupal, su presencia en el pase o en el gol, como referente de lujo y como estimulo de Falcao, tan solitario cuando el creativo, su socio preferido, no juega. Plano es el equipo cuando “el 10” no  está, disminuido y sin magia en el rendimiento.

En su necesidad de triunfo, el equipo nacional que aun no encuentra el ritmo para darle fuerza vital a sus aspiraciones, enredado en su juego improductivo, obligado esta a rastrear soluciones para ganar el partido. No hay alternativa…Ceder puntos es asomarse al abismo.

Fuerza mental y física, pero no solo eso. También desequilibrio técnico, propuesta agresiva, sin resignar terreno y pelota. Es abalanzarse con inteligencia, para acosar al adversario. No importa que este Neymar. Al contrario, hacer de él un elemento negativo, presionándolo, enjaulándolo, transformando en improductiva y empalagosa su virtuosa gambeta, hasta conducirlo a  las reacciones nerviosas e infantiles que lo desquician. No es este un partido contra Brasil. Es un partido de Colombia para Colombia. Jugar el futbol nuestro, sin temores, sin complejos, sin confusiones, con madurez, para estremecer con gritos de gol la tribuna.

Ante Brasil no es sobrevivir. Es ganar, madurar la clasificación y festejar.

Es excitar con cuerpo y alma. Es jugar con habilidad, velocidad, orden y frescura. Es la fiesta del triunfo para el pueblo colombiano. Que Colombia, esta vez, no sea solo las manos de David Ospina y que a Pékerman no lo dobleguen los miedos.

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