El Ojo del Halkón Nos quedó grande la paz
Por Rubén Darío Mejía Sánchez
Hoy que hago una pausa en escribir esta columna quiero hablar de algunos temas que me preocupan no solo como persona sino también como periodista, quien ha podido vivir por espacio de 50 años esta bella profesión y escribir parte de la historia de este país llamado Colombia, que fue el que me correspondió para el paso terrenal y en el que he aprendido muchas cosas entre el amor, el odio y la desesperanza.
Con los años uno se vuelve mas reflexivo, otros dirían que nos volvemos cantaletosos y otros que ya deberíamos de habernos cortado la coleta, luego de una larga faena; pero son tantas las cosas que faltan para decir que con otro mirada, no apasionada, pero si analítica hay que comentar y no dejarla en los aires para que se pierda lo que puede ser el pensamiento de muchos que no tienen la oportunidad de decir nada, como nosotros que hemos sido privilegiados con el don de la palabra y la escritura que se nos ha dado.
Antes de comenzar a fondo la última columna del 2017 quiero decir lo que es para mi el periodismo, esa bella profesión que como lo dije anteriormente he ejercido por mas de medio siglo. Periodismo es informar, es educar, decir las cosas como son, claras y sin tener que depender de nadie, sin colores políticos, lejos de las creencias religiosas y de los apasionamientos ya sean deportivos o sociales. Ser periodista es estar dispuesto a servir a toda una sociedad sin tener en cuenta sin son ricos o pobres, poderosos o desafortunados, simplemente es servir y a pesar de que muchos han dicho que no existe la libertad de expresión, yo puedo decir que si, que se encuentra limitada por los grupos económicos y políticos; pero un verdadero profesional debe ejercerla con completa libertad a pesar de los obstáculos que se le atraviesen por el camino.
Ya entrando en materia, quiero empezar por el título de la columna de este diciembre de 2017. Nos quedó grande la paz, sí, nos quedó grande y es porque los intereses personales, políticos, sociales y económicos han hecho que sigamos en la oscuridad y que no nos demos cuenta de lo que está sucediendo, por ejemplo, que termina un año sin tantas muertes inocentes de campesinos, de jóvenes del campo tanto soldados como guerrilleros y que el monumento a la tristeza, como se puede llamar ese centro de ciencia que es el Hospital Militar, esté desocupado sin jóvenes mutilados y familias llorando por lo sucedido a sus seres queridos o por la desaparición de muchos.
Se puede decir que con todos los problemas económicos y sociales que tenemos que enfrentar en este momento, las fiestas de fin de año pintan para bien, con la tristeza que deja la irresponsabilidad de muchos al utilizar la pólvora y no saberse tomar unos tragos de mas, acompañado de la intolerancia que deambula por las calles del país; pero ya ha terminado en parte satisfactoria, aunque no definitiva, la toma de los pueblos y veredas, en donde por estos tiempos no se podía viajar por el país y se perdía esa gran sensación y emoción de visitar los familiares en las diferentes regiones del país.
Las grandes ciudades se están quedando solas para estos días, pero es porque la emigración es positiva hacia los pueblos y los campos, en donde se están encontrando las familias, cosa que no se podía hacer hace algunos años por la violencia que nos estaba acabando.
Hoy hasta los mismos guerrilleros han podido celebrar las festividades en una paz relativa, aunque esperando el cierre total de las conversaciones a las cuales se les sigue poniendo trabas a la rueda por parte de algunos sectores políticos.
Hemos repetido miles de veces que la guerra es mas importante que la paz, porque la guerra deja dinero, deja poder para algunos sectores y por eso se le califica como que la guerra es un gran negocio y de verdad en lo que va de los diálogos de paz entre el Gobierno y las FARC, nos hemos dado cuenta que muchos han tratado de ponerle fin, sin dejar en claro ver sus intereses y es como algunos de nuestros famosos políticos han opinado que sería importante que los guerrilleros volvieran al monte para ser exterminados por las Fuerzas Armadas, otros anuncian con bombos y platillos que harán cambios bastante fuertes cuando ganen sus posiciones a la Presidencia de la República o al Congreso Nacional, pareciese que la paz fuese un bicho raro y de verdad que es porque no puede haber paz en un país en donde un grupo de sus habitantes tienen envenenado su corazón.
Que pena, la paz nos quedó grande y quedamos nuevamente como un país violento e irracional ante las miradas del mundo que nos comenzaban a poner como ejemplo de reconciliación mundial.
Que bueno que un día pensáramos diferente, que nos diéramos cuenta que tanto Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe solo son aves de paso en la política nacional como muchos tantos y que lo que se haga en favor o en contra de la paz y la reconciliación es lo único que le queda al país, y lo digo sin ser amigo o enemigo de nadie, simplemente por que la polarización que ha vivido el país en los últimos años ha sido grande, hasta el punto de pensar que Colombia solo es lo que piensen Santos o Uribe sin tener en cuenta el resto de 50 millones de habitantes, entre los que están muchos políticos desorientados o serviles a causas que no vale la pena.
Si Colombia ha sido capaz de sostenerse con mas de 60 años de guerra, que se puede pensar que pasaría si únicamente se pensara en el regreso de los campesinos de verdad al campo y no de las jugarretas políticas para apoderarse de los territorios que les han sido quitados a sus propios dueños.
No se si estoy equivocado, pero el pueblo debe demostrar que es superior a sus gobernantes, que han venido cometiendo errores día tras día y como otros que quieren perpetuarse en el Gobierno y en el Congreso; porque no queremos dar paso a que las nuevas generaciones tomen determinaciones para un futuro, sea bueno o malo, pero que ellos definan.
No hay derecho que en pleno siglo 21 se siga haciendo política basada en la mentira, en la desorientación y aprovechándose de los menos favorecidos, que por lo general no saben nada de política, sino de conseguir el pan y sustento para su familia diariamente y que caen en las redes de quienes no hacen sino meterles mentiras y lo peor, que se entregan, hablo de los no informados, por un tamal, por unas tejas o por un bulto de cemento.
Como sería de bueno poder escribir que Colombia consiguió la verdadera paz, pero creo que a pesar de que viviera unos 40 años más, esto no lo voy a poder escribir mientras que sigamos con la mala política o simplemente politiquería y con la corrupción que está desangrando al país.
Terminamos un año con sabor amargo por lo hecho en el Congreso de la República, en donde los mismos congresistas son conscientes que no fue mucho lo que se hizo por estar poniéndole trabas a la paz y aquí recordamos que le sucedió igual que al ex presidente Samper, quien no pudo gobernar por estar defendiéndose de los ataques de sus adversarios.
Este Congreso no fue el congreso de la paz, fue el de los intereses personales, lo dije hace algunas semanas y ahora se renovará el próximo año; pero por lo que podemos ver en las listas que se presentaron como candidatos, no habrán cambios sustanciales, pues vuelven algunos congresistas a dormir el sueño eterno de las sillas y las curules, y los que no regresan, enviarán a sus hijos o herederos políticos.
Viene una gran campaña electoral, la que hemos visto que está plagada de mentira y no de programas reales, en donde para derrotar al adversario la maquinaria monta la propaganda falsa para mostrar solo lo negativo de sus contendientes y de programas para el país, nada.
En Colombia se produjeron muy buenas noticias en el 2017, pero a los colombianos y principalmente a los medios de comunicación no nos interesó darlas a conocer y solo nos apegamos de ese amarillismo que está acabando la credibilidad de una de las profesiones mas hermosas y delicadas del mundo como es el periodismo y los ciudadanos de a pie se han enseñado que no es bueno un noticiero o la información en otra clase de medios, si no está plagada de escándalos y de sangre.
Presento disculpas a quienes se han sentido ofendidos por mis escritos durante los últimos años y en especial en el año que termina, y espero poder contar cosas mejores en el 2018, cuando espero que los colombianos iremos a las urnas a elegir, pero sabiendo elegir a los congresistas y al sucesor de Juan Manuel Santos Calderón.
Independientemente de las creencias religiosas que tenga cada uno de mis lectores y seguidores de esta columna, les deseo al igual que a Colombia que Dios los oriente y les muestre el mejor camino.