viernes julio 19 de 2024

Darwin tenía mala memoria

Por:Alexánder Granada Restrepo

Alexander GranadaHace 300 millones de años  en alguna zona árida de la tierra aparecieron los primeros huevos con cáscara dura. Estos huevos contenían los reptiles que dieron lugar a los dinosaurios. Habían pasado ya 3.100 millones de años desde que, a partir del agua, surgieron las primeras formas de vida en la tierra, extraño fenómeno que hizo evidente las primeras bacterias y las algas azules. La dinastía de los dinosaurios que dominó el mundo, duró hasta hace 65 millones de años, según algunos paleontólogos, debido a la llegada a la tierra de un gran meteorito que acabó en un estallido a esta especie. Esta teoría no se resiste sola, pues, no explica por qué no desaparecieron en esa explosión las tortugas y los otros animales que conocemos hoy y que vivían en el tiempo de los dinosaurios.

El hombre, denominado homínido como especie, aparece, según la ciencia, hace 12 millones años en su antepasado primitivo llamado Ramapithecus. Este ser prehumano empezó la formación hace seis millones de años del homo habilis, el homo erectus, el homo sapiens y el homo sapiens sapiens de la actualidad. Y fue sólo hasta hace un millón de años que el hombre tuvo conciencia de sí mismo.

Esa primera conciencia pudo amplificarse hace poco más de 400 años cuando el matemático polaco Nicolás Copérnico demostró que la tierra no era el centro del universo, destruyendo la idea contraria de algunos pensadores y especialmente de las autoridades religiosas que defendían a todo costo el geocentrismo. La segunda revolución intelectual la lideró el naturalista inglés Charles Darwin en el siglo XIX, quien demostró con sus valiosos ensayos sobre El origen de las especies por selección natural…y El origen del hombre, que la Humanidad forma parte de la Naturaleza y no que ésta fuera un ente separado de ella, como se pensaba. Lo que planteó finalmente con estos hallazgos y la formulación de su Teoría de la evolución de las especies, fue una nueva perspectiva cosmológica de la Humanidad. Darwin, afirmado en los hallazgos del eminente geólogo Charles lyell, quien, con riguroso detalle, proponía que el homo sapiens habitaba la tierra desde una antigüedad mayor que la que sostenían  los promotores de la teoría Creacionista; y luego del inolvidable viaje por el mundo, en calidad de naturalista, que hizo en barco Beagle, llegó a Inglaterra a reflexionar sobre sus observaciones, especialmente las que haría en las islas Galápagos del Ecuador, donde pudo notar que las tortugas y en especial  los pájaros pinzones de cada isla tenían diferencias en sus picos de acuerdo a las necesidades que, para tomar los alimentos, les planteaba el ambiente, a pesar, de provenir todos los pájaros de un mismo tronco común.

Fue solo hasta que leyó el ensayo Sobre la población del economista Thomas Malthus (1766-1834) cuando Darwin pudo concretar su teoría; decía Malthus: “la población tiende a crecer geométricamente, a menos que se le limite”. Darwin no conoció los mecanismos de la herencia propuestos por el monje austriaco Gregor Mendel y por ello no pudo explicar el origen de las variaciones genéticas, pese a ello estableció que “las especies domésticas presentan una mayor variabilidad en comparación con las salvajes debido a la selección artificial que realiza el hombre”. A pesar, del valor trascendental que tuvieron las observaciones de Darwin en el entendimiento de la evolución; la genética moderna nos reveló que la selección natural solo forma parte de un conjunto de condiciones necesarias para que se logre el proceso evolutivo como: evolución biológica, mutación y recombinación y las datos que muestra la deriva genética; pues la evolución sólo puede ocurrir si hay variabilidad hereditaria.

Deseo atreverme a formular una tesis sociobiológica sobre el mecanismo que utiliza el aprendizaje para pasar de ser un bien cultural y convertirse en un bien hereditario: La experiencia propia de la vida de cada individuo y la de su interacción social se llama: aprendizaje biográfico. Esta riqueza no es altamente manifiesta en la siguiente generación, sino en la subsiguiente – abuelo a nieto-. Llamo a este periodo de tiempo: tiempo de incubación. Cuando el aprendizaje biográfico se hace altamente evidente en la generación subsiguiente, se ha transformado en: aprendizaje filogenético. Este aprendizaje es el que nutre la Memoria ancestral. Esta nutrición es el mecanismo propulsor de la evolución humana, en cuanto que incide en mejores posibilidades de supervivencia y de bienestar de la progenie

Olvidó Darwin lo que la ciencia ya da como un hecho; que la selección natural  no puede ser un mecanismo que opere sospechosamente como un capitalismo salvaje, donde siempre habrá ganadores y perdedores, sino un mecanismo eminentemente cooperativo, demostrado por el trabajo en equipo que realizan hasta los más simples grupos moleculares. En lo que respecta al hombre, es irrebatible, que su eficacia biológica solo es posible con la participación sexual de un macho y una hembra.

Siendo la ciencia una virtud preciosa que nos otorgó Dios y que da luz a nuestro entendimiento de la vida (2Ped 1:5-8), debo decir como dijo el Papa Pío XII en el “I simposio sobre genética médica” ocurrido en septiembre de 1953: “por encima de toda comprensión, el cuerpo y el alma, la materia y el espíritu, constituyan en el hombre una unidad sustancial” (1 tes 5:23). Por consiguiente quiero hacer notar que en la fábula sobre la Creación descrita en el sagrado libro del Génesis; Adán y Eva, no representan los primeros hombres creados por Dios, sino los primeros que tuvieron Conciencia-de-Dios. Este momento debió ocurrir en la historia hace alrededor de quince mil años, que fue la época donde empezaron a formarse la ciudades, hoy conocidas por la arqueología.

Nos revela el copista bíblico del Génesis los sucesos posteriores al asesinato de Abel, hijo de Eva, a manos de Caín, su hermano: “salió pues, Caín de la presencia del Señor, y habitó en el país de Nod, al oriente del Edén” (gen 4:16).

Para aligerar un poco esta discusión, recordemos las palabras del anónimo poeta melancólico, que, aunque indignas, se oyen pertinentes: “el hombre es un microbio venido a más“. Complementaría al poeta proponiendo una nueva etiqueta paleontológica para el desadaptado hombre contemporáneo: HOMO APEGOPITHECUS: SI HOMO, NO SAPIENS.

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