martes julio 16 de 2024

La científica Dolly Montoya, nueva rectora de la Universidad Nacional de Colombia

23 marzo, 2018 Educación

Por primera vez en toda su historia, una mujer dirigirá la Universidad Nacional de Colombia. Se trata de Dolly Montoya Castaño, quien fue designada este jueves como nueva rectora del principal centro superior de enseñanza del país, en reemplazo de Ignacio Mantilla, quien terminó su periodo de 3 años en el cargo.

Dolly Montoya, una científica y quien se desempeñó como vicerrectora de Investigación de la misma universidad, fue elegida de un abanico de candidatos del que hicieron parte Jorge I. Bula, Jorge H. Cárdenas, John W. Branch y Edna Bonilla.

Ahora, como rectora, cargo que asumirá formalmente el próximo mes de mayo, cumplirá un periodo de 3 años, esto es, hasta el 2021.

Dolly Montoya se enamoró de la química desde el momento en que entró en contacto con ella. Desde los días en que estudiaba en el Gimnasio Pereira, donde era conocida como “la de la bata blanca que ayuda a hacer los experimentos”, entendió que su vida estaría ligada a la ciencia y —como ella misma dice— podría “ser y conocer”.

Esta temprana pasión la llevó a inscribirse en la Carrera de Farmacia de la Universidad Nacional de Colombia, disciplina que años después la situaría en la industria. “En la empresa privada me iba muy bien, era directora técnica y jefe de planta, pero vi que las rutinas empresariales no eran lo mío y me incliné por la investigación”.

Una maestría en Biotecnología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la que recibió la medalla “Gabino Barreda”, otorgada a los estudiantes con más alto promedio en cada promoción, y un doctorado en ciencias en Munich (Alemania), con énfasis en caracterización molecular, le dieron la experiencia y el conocimiento que hoy la posicionan como una autoridad en biotecnología.

Su tesis doctoral recibió la mención magna cum laude por la alta calidad de la caracterización molecular, taxonomía y el análisis de un conjunto de microorganismos extraídos de ecosistemas colombianos que tienen la capacidad de degradar polímeros de celulosa.

Gracias a su perfil profesional y carisma, recorrió la nación entera con sus compañeros en los años noventa “vendiendo la idea de hacer biotecnología”, cuando apenas se conocía esta rama en Colombia. La actividad prolífica de cientos de conferencias y reuniones al año por las universidades y centros científicos se tradujo en la creación de la Corporación para el Desarrollo Industrial de la Biotecnología (Corpodib), reconocida como la más exitosa de 34 organizaciones de su género a nivel nacional.

La profe Dolly —como la llaman cariñosamente sus estudiantes— obtuvo con la ingeniera Nubia Moreno el primer puesto en bioprocesos durante el II Congreso Colombiano de Biotecnología (2004), por sus trabajos en bioprospección para producción de biopolímeros. A su vez fue acreedora, con dicha coequipera, del VIII Premio Nacional de Ingeniería Química por el desarrollo tecnológico para la producción de cuatro biofertilizantes que cuentan ya con permisos y registros de venta. Lo que más la llena de orgullo es haber recibido los galardones con sus compañeros del Ibun.

Un hecho que no es gratuito, si se tiene en cuenta que a pesar de los múltiples esfuerzos que las universidades realizan en esta materia. Como ella indica, “el grupo de la Nacional es el que cuenta con el mayor número de investigadores en biotecnología, fue el primero latinoamericano en formarse en el instituto del profesor Walter Stuadembauer de la Universidad de Munich (Alemania) y ha sido el comienzo de muchos de los líderes de grupo de las otras universidades del país”. Ello obedece a la idea de la profesora Montoya de que si no se hace “escuela”, el conocimiento no se consolida.

A pesar de haberse retirado de la dirección del Instituto de Biotecnología, sigue invirtiendo casi todo su tiempo en la Universidad Nacional. Los recursos económicos, la acreditación ante Colciencias, los resultados y las publicaciones para divulgar el conocimiento, son su tarea diaria.

Sin embargo, de vez en cuando, logra robarle unas horas a sus sueños científicos para leerse un buen libro de Vargas Llosa o de Isabel Allende al ritmo del jazz, pues cuenta con una enorme colección de discos producidos en diversas partes del mundo, de los que destaca varias curiosidades rusas y japonesas. Sus dos nietos también son un buen motivo para dejar el trabajo de lado por un rato.

Para ella, el desarrollo de un país es como un árbol cuyas raíces están en la investigación básica. “Si las raíces son muy grandes y absorben muchos nutrientes, el árbol crece y al final da buenos frutos; pero si son superficiales, cualquier día se cae. Si no tienes la parte básica bien soportada, jamás podrás tener buena tecnología y productos en el mercado”.

Por eso considera inconcebible que el Gobierno haga tantos recortes en investigación. A ello agrega que no existe una concepción clara de que la ciencia está sustentada en procesos a largo plazo. “La gente quiere poner la plata en los cinco que faltan para el peso, pero nadie quiere invertir en las raíces del árbol”.

Eso es precisamente lo que intenta cambiar poco a poco y que ejemplifica desde el Ibun y sus estrechas relaciones con empresas privadas como Procaps, Mavalle, Biocultivos o Colinagro, con instituciones públicas como Colciencias, el SENA y varios ministerios; así como con organismos internacionales tales como la Fundación Volkswagen, la Comunidad Económica Europea y la Organización de las Naciones Unidas. Con estos aportes Dolly Montoya demuestra que en Colombia la ciencia, más que una quimera, puede cambiar la realidad.

Share Button