martes julio 16 de 2024

Desde la huerta: ¡un botiquín natural!

19 septiembre, 2014 Bogotá, Educación

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Este grupo de estudiantes reemplazó el acetaminofén, la aspirina y hasta las cremas para los raspones y las quemaduras por el cidrón, la caléndula, la sábila y otras 14 plantas medicinales que ellos mismos cultivan en la huerta escolar.

Tania Hernández y Daniel Alba hacen parte del grupo de 25 estudiantes del colegio Luis Vargas Tejada, de la localidad de Puente Aranda, que se convirtieron en expertos en plantas medicinales y etnobotánica. Bajo la guía del profesor Vito Mendoza, destinaron un espacio de su huerta escolar para la siembra y el estudio de una gran variedad de elementos de origen vegetal que poseen propiedades curativas.

Así, cuando a un niño le duele el estómago o la cabeza, ya no va al botiquín del colegio a conseguir una pastilla o un remedio químico. Ahora busca al profesor Vito o a Tania, quienes, según los síntomas, realizan una consulta para identificar cuál es la planta adecuada para aliviar la dolencia.

Este grupo de estudiantes reemplazó el acetaminofén, la aspirina y hasta las cremas para los raspones y las quemaduras por el cidrón, la caléndula, la sábila y otras 14 plantas medicinales que ellos mismos cultivan en la huerta escolar.

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Este grupo de estudiantes reemplazó el acetaminofén, la aspirina y hasta las cremas para los raspones y las quemaduras por el cidrón, la caléndula, la sábila y otras 14 plantas medicinales que ellos mismos cultivan en la huerta escolar.

“Si le duele el estómago, hacemos una mezcla de yerbabuena o cidrón; si es una niña que tiene cólicos, le doy un agua de canelón” cuenta Tania, quien ya es reconocida como la “doctora” entre los niños más pequeños que tienen la costumbre de acudir a ella cuando se sienten indispuestos.

La huerta escolar es todo un botiquín natural. Un espacio verde en el que se entremezclan los olores de las 17 plantas medicinales que los estudiantes han sembrado con la laboriosidad y cuidados propios de un agricultor experto en la materia.

Como buen biólogo, el profesor Vito hizo de la huerta un elemento transversal de sus clases. Los estudiantes aprenden sobre los principios activos de las plantas, mientras simultáneamente siembran las semillas y hacen mantenimiento a las plantas en crecimiento. Ese día, en el salón, todos tienen las manos negras por la tierra que constantemente están regando, moviendo o fertilizando.

“Antes de empezar a sembrar, hicimos un trabajo en clase que consistió en sacar estadísticas de los principales síntomas que sufren los niños en el colegio” explica el profesor, y añade que con base en ese estudio sembraron plantas con propiedades para aliviar los síntomas de los cólicos, mareos, espasmos estomacales y hasta los nervios que a veces aparecen cuando hay que presentar exámenes finales.

Tania asegura que se enamoró de las plantas gracias a este proyecto, a pesar de que su primer encuentro fue un poco accidentado: “hace varios años, me lastimé una rodilla jugando en el descanso. El profesor Vito cortó un trozo de sábila y me puso la pulpa en la herida” recuerda, y señala que su rodilla sanó en poco tiempo con solo colocar el remedio natural dos veces al día en la herida.

Una semilla que crece día a día

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“La huerta es un piloto del tema ambiental en la localidad”, señala el joven estudiante Daniel. Tanto así que se convirtió en una de las 3 mil Iniciativas Ciudadanas de Transformación de Realidades (Incitar), con las que la Secretaría de Educación del Distrito busca generar el cambio social en las comunidades educativas y sus entornos a través de proyectos en ciudadanía y convivencia.

Daniel cuenta que esta iniciativa, denominada ‘Huerta escolar y principios activos de las plantas medicinales’, ha finalizado la última etapa y está lista para empezar a funcionar como algo más que una huerta que se explota de manera artesanal.

Los insumos que esperan recibir a través de Incitar son una deshidratadora y un rotavapor, dos máquinas que, según Daniel, sirven para limpiar, destilar y convertir a las plantas en un material frágil y susceptible de pulverizar para guardar en bolsas, como un tipo de aromáticas.

“La idea es que en septiembre ya podamos utilizar estas máquinas”, asegura el joven, quien no oculta su satisfacción porque están dando un paso más en el objetivo de reemplazar por completo el botiquín químico. “Esa cajita que solo está llena de pastillas, ahora va a tener bolsitas con la medicina natural para cada dolencia”, sostiene el estudiante.

De seguro, los pupilos del profesor Vito le van a sacar el mayor provecho a estos aparatos, pues además de estar vinculados a Incitar, el éxito de su proyecto les permitió hacer parte de los 8 colegios que el Jardín Botánico escogió para realizar una serie de capacitaciones, en el marco del programa de educación ambiental ‘Renaturalización’.

“Vamos a tecnificar nuestra huerta y esto nos permitirá aprovechar el 100% de las propiedades de cada planta pues tendremos procesos más cualificados para sacar su principio activo”, explica el profesor Vito, un hombre que se convirtió en un ejemplo para estos jóvenes que tienen planeado convertirse en profesionales innovadores dentro de las disciplinas y ciencias relacionadas con el medioambiente.

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