Promesas incumplidas
Siete plagas guajiras
Por Lorena Rubiano
“Cerca del mundo, pero lejos de Colombia”
“La Guajira es un sueño en constante ebullición… Así es su vigilante mundo onírico de nacientes confines. La Guajira es la madre fundadora de los días ¡La Guajira es más grande que un sentimiento!”, Jesús María Stapper
La realidad de La Guajira es única: de esta hermosa tierra todos hablan, escriben, hacen canciones y poesías, todos la quieren conocer y ante los ojos del mundo es un paraíso que desean recorrer.
El presidente Iván Duque Márquez va mañana para la capital indígena de Colombia, Uribia, a conocer de cerca sus tristezas y sus problemas. Ansiosos lo esperan para que los escuche y les ayude a menguar su drama.
Allí en La Guajira es en donde ven con tristeza diaria cómo los niños, en vez de ir caminando hacia una escuela, van rumbo al cementerio, destino final, por la falta de agua y servicio de salud.
Viven en medio de una gran riqueza que solo les deja el ruido del tren. El carbón. No se benefician de nada, las que se enriquecen son las multinacionales que lo explotan. Los dejan sin agua, el ferrocarril les divide el departamento en dos y muchas veces al día les impide el paso a sus propias parcelas. Son dos mundos: la opulencia y la miseria.
En verdad La Guajira es un mundo extraño pero lleno de cultura y gentes extraordinarias, colombianos que luchan por su supervivencia y por su patria. Son orgullosos de ser colombianos, a pesar de la situación en que viven.
Viven al lado de un gran mar interno, como es el lago mal llamado de Maracaibo, pero no se pueden arrimar a él, no lo pueden navegar, llevan años esperando un acuerdo con Venezuela, que no se ha logrado.
La Guajira, además de la riqueza de sus gentes, tiene excelentes lugares turísticos que no pueden ser explotados por la falta de vuelos y de competencia para que el costo de los pasajes sea asequible y atractivo para todos los turistas. Las vías tampoco es que sean las mejores. La carretera Valledupar-Riohacha tiene más cráteres que la luna.
Durante 20 años los empresarios de las estaciones de gasolina han sufrido también distintas plagas. Hay impuestos, cobros de Corpoguajira, de industria y comercio, sobretasas, lo que ocasionó el aumento inusitado de “pimpineros” que vendían la gasolina a menor precio, bajando la rentabilidad de los establecimientos legales. Fuera de eso el gobierno les bajó los cupos a las estaciones, favoreciendo a los ilegales.
La Guajira, remanso de descanso en el mar caribe, en donde cerca de 600 mil indígenas wayuu viven en esas tierras inhóspitas, difíciles, en donde llueve cada cuatro años; tierra seca y ardiente. Por allí se transportan los indígenas por trochas construidas por ellos mismos. Subsisten vendiendo a bajo costo sus artesanías y comprando los cada vez más escasos productos alimenticios procedentes de Venezuela.
Todas las promesas de ponerle agua han caído al pozo del olvido. Como se dice en el argot popular: La Guajira está cerca del mundo, pero lejos de Colombia