El Ojo del Halkón Muchas gracias
Por: Rubén Darío Mejía Sánchez
BOGOTA, 15 de octubre RAM_ Mi abuelo decía que lo peor que le podía pasar al hombre era ser desagradecido y hoy no debo de serlo, pues a mi regreso a la vida, después de haber sufrido una arritmia cardíaca y de haber sido sometido a una serie de tratamientos con el mayor profesionalismo y atenciones por el departamento médico y asistencial de la clínica Los Nogales, hoy solo me queda decirle gracias a Dios por esta nueva oportunidad de vida y a los médicos, enfermeras y demás personal del centro asistencial en mención, lo mismo que a las personas, amigos y conocidos que se dieron a la tarea de enviar mensajes de aliento, de afecto y de cariño en este momento tan difícil.
Pude darme cuenta que la vida es muy importante y que la salud debe de cuidarse para no llegar a momentos tan extremos.
Les presento disculpas a mis lectores por haberme desviado un poco de la línea editorial de esta columna, pero es que lo siento y espero poder contar con muchos años mas de vida para estar al lado de mis seres queridos, en especial de mi esposa Sandra Milena, que debió pasar todo este tiempo a mi lado porque fueron unos días bastante largos, con sus noches y es cuando pude darme cuenta del gran sacrificio de todas esas personas que hicieron el juramento hipocrático al igual que las enfermeras y demás personas que les colaboran en tan gran labor.
Les cuento que por primera vez en mi vida estuve hospitalizado por una situación tan difícil.
Ahora solo deseo disfrutar de esta nueva oportunidad y como recomendaron los médicos, irme retirando lentamente de la profesión que tanto amo y que tantas satisfacciones me ha dado.
A pesar de mi estado de salud y mis dolencias no podía estar desinformado de lo que pasaba en el país y lo curioso del caso era que me daba cuenta que los síntomas de enfermedad que me aquejaban eran iguales o igual de fuertes a los que aquejan al país en estos momentos.
No nos dejaban ver muchos noticieros para que no nos acelerábamos y tenían razón, las noticias en un 90% eran más trágicas que positivas y era cuando pensaba que si la vida me daba una nueva oportunidad, trataría de mostrar noticias positivas, de esas tantas que produce el país cada día.
Me daba cuenta que, no es necesario que exista tanta polarización sino que haya unidad para buscar las soluciones a los problemas que tiene el país y al mismo tiempo entendía el egoísmo humano, con el deseo de figurar, sin importar lo que los demás padecieran.
Casi que entro en terror cuando vi lo de Medimas, porque miré a mi alrededor allí en cuidados intermedios, tantas personas necesitando un tratamiento y una medicina, los que eran negados en varias oportunidades por no estar cobijados por el POS. Quiero aclarar que eso no sucedió conmigo, como decía anteriormente las atenciones fueron muy buenas y los esfuerzos de mi esposa Sandra Milena llegaron al límite.
En medio del dolor y el desespero, algunas de las personas que me rodeaban me comentaban con tristeza que ese no era el país que ellos querían, porque muchos habían tenido que soportar la violencia y el destierro de sus lugares de origen.
Creían que no se estaba dando buen manejo a los dineros del país cuando unos ganaban mas que otros y cuando no se daba prioridad a la salud y a la educación por encima de los deseos bélicos.
La vida es muy importante y se debe de vivir de buena calidad y por eso desde mi lugar de recuperación le pediría al Gobierno poner sus ojos en quienes padecen en una clínica y mendigan a diario un tratamiento o un medicamento.
Me parece muy perverso pensar primero en la guerra y como acabar con el enemigo que en buscar soluciones de paz y dedicarse el Gobierno a responder por la salud y la educación de quienes dirigirán el país y serán el motor de su economía.
No se debe olvidar a tanto niño y personas mayores que en una cama de clínica u hospital esperan una oportunidad para seguir con vida al lado de los suyos.
Me pareció muy bello y de gran valor que personas de todos los credos estuvieran orando por mi y que en sus mensajes dejaran de lado su manera de pensar para darme aliento en mi lecho de enfermo.
Aquí, como decía don Pedro Vargas, muy agradecido, muy agradecido, y de verdad que no me alcanzará el resto de mi vida para agradecer a todos los que esto hicieron.
NOTA:
Puedo llegar hasta ustedes gracias a la colaboración de mi esposa Sandra Milena, a quien le he dictado esta columna y espero pronto estar con todos ustedes.