viernes julio 19 de 2024

El Ojo del Halkón Las heridas del terrorismo

Por: Rubén Darío Mejía Sánchez

Sentí terror, la película volvió a mi mente, mis años de reportero habían regresado y las imágenes se repetían, había vuelto el terror o terrorismo como se llamó, las bombas sonaban en todos los lugares, en Medellín, Bogotá y Cali, y no se hablaba sino de muertos, porque me tocó ver en el suelo y destrozados muchos colombianos inocentes que nada tenían que ver con la guerra entre el Gobierno y el narcotráfico.

Cuando desaparecieron esos episodios hubo un respiro, aunque seguíamos en esa guerra fratricida de mas de 50 años del Estado con las FARC; pero cuando se habló del proceso de paz, a pesar de ser incrédulo con lo que sucedería, tuve una pizca de esperanza, aunque había una cosa que no estaba muy cierta y era que los alzados en armas creyeran en el Gobierno, después de que hace algunos años quienes habían llegado a los procesos de paz habían sido masacrados o años antes quienes habían dejado las armas habían sido asesinados o desaparecidos.

Hoy, cuando ya se creía que todo estaba tranquilo comenzó la guerra de palabras y de ataques de quienes anunciaban con bombos y platillos que iban a hacer trizas el proceso de paz logrado entre el gobierno Santos y las FARC, y de quienes sin pensar que estos procesos requieren de sacrificios de ambas partes solo pedían castigos, no perdón y olvido sino que acrecentaban la venganza en cada momento, y no hay que olvidar que ese punto de la paz llegó a ser uno de los fuertes en la pasada campaña política.

No estoy responsabilizando a nadie directamente, pero si creo que muchos integrantes de las FARC fueron temerosos con la llegada del nuevo gobierno y se fueron a formar parte del ELN, que ha sido una de las guerrillas mas difíciles de manejar y entender, con las que ha contado Colombia en los últimos años.

Vale recordar que el ELN está compuesto por fracciones independientes, que no tienen un comando o secretariado como las FARC y que cada quien hace lo que le conviene o que cree que le sirve, sin tener una cabeza de mando y una manera de unificar las ideas.

En una de las columnas comenté que veía muy difícil que se cuajara un proceso de paz entre el gobierno Santos y el ELN, y mas difícil vi las cosas con la llegada del presidente Duque.

Muchos han declarado que no están en contra del proceso de paz y la paz en el país; pero no pierden el momento de hablar, hablar y hablar, muchas veces sin pensar y que se puede decir que un grupo terrorista, tan violento como el ELN pueda confiar en cumplimiento de un acuerdo de paz, cuando se ha hablado y pensado en el no cumplimiento del acuerdo de paz con las FARC, a pesar de tener unas bases que se creían firmes.

Todo lo anterior no es para justificar sino para condenar lo sucedido el pasado jueves 17 de enero con el atentado a la Escuela de Cadetes General Santander en la capital colombiana, a pesar de lo que se diga ese fue un ataque suicida y bien estudiado y planeado, que por asuntos del destino fallaron en unos minutos o sino la cantidad de muertos y heridos hubieran sido mas porque en el lugar se llevaba a cabo una ceremonia de condecoración a los nuevos comandantes de la Policía en el país.

Es de condenar este acto tan vil y miserable contra una institución educativa a donde llegan tantos jóvenes aspirando servirle a la sociedad y en donde tantas ilusiones se vieron cortadas y los que perdieron son miembros de familias pobres y humildes, que hicieron una serie de esfuerzos para que sus hijos cumplieran con orgullo un sueño que era el de ser policía.

Recuerdo que hace algunos años, les preguntaban a los niños que iban a hacer cuando fueran grandes y la respuesta era concreta, bombero, profesor o policía.

Muchos lucieron el uniforme con orgullo y muchos perdieron la vida el pasado 17 de enero, olvidándose los terroristas el daño que hacían a la sociedad colombiana, al quitarle vidas jóvenes, con grandes futuros, puesto que algunos de ellos eran deportistas de gran élite y quienes algunos de ellos le habían dado renombre y medallas a Colombia a nivel internacional.

Dicen las autoridades que el autor intelectual y material fue el Ejército de Liberación Nacional, el Gobierno toma medidas de dejar sin efecto las ordenes de captura y de romper relaciones en las conversaciones para un esperado proceso de paz, aunque se deja una ventana abierta, pidiéndole a estos chicos malos que hagan cosas buenas y demuestren que son dignos de sentarse a la mesa de conversaciones nuevamente, cosa que veo supremamente difícil por el momento y por lo menos en el gobierno Duque, por el pedido de detener y expulsar a los cabecillas del ELN que se encuentran en La Habana.

Es cierto que hay que castigar a los responsables y estamos de acuerdo que les caiga todo el peso de la ley, porque son unos terroristas y asesinos que no solamente le hicieron daño a la Policía Nacional sino a todo un país, que solo espera vivir en paz y sacar adelante uno de los países mas bellos y ricos del mundo.

Las investigaciones sobre este atroz atentado, deben ser firmes y seguras y lo que se diga al respecto, concreto, porque aquí las investigaciones exhaustivas no sirven porque por lo general quedan en la impunidad. Debe de haber castigo y se debe conocer públicamente quienes fueron los autores de este atentado que ha causado tanto dolor en el pueblo colombiano.

El terrorismo siempre deja heridas, no solo en el cuerpo sino en el alma y se debe atacar este mal para evitar que la historia de sangre que ha azotado al país durante tantos años siga vigente y que los responsables de estos casos violentos no vayan por las calles, veredas, campos y ciudades, como Pedro por su casa.

Es el momento de apoyar al Gobierno y a la Policía desde todos los sectores de la ciudadanía colombiana, de los sectores políticos, sociales, económicos y religiosos y de unirnos en uno solo para decir NO al terrorismo y para demostrar una vez ante el mundo que somos un país que respeta las leyes, los derechos humanos y la democracia.

Desde esta tribuna periodística decimos NO al terrorismo, venga de donde venga.

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