La “indolencia” de los manizaleños y de los caldenses que quedamos en Caldas, parte del Centenario de su capital, que fue su canto de cisne. Como historiador, como pensador, nunca creo que las cosas vengan de un momento a otro, como actos de voluntarismo de las sociedades, sino que se van incubando con actitudes, gestos, ausencias y exilios, falta o decadencia de medios de comunicación y larga agonía del espíritu cívico. En mi libro “Manizales bajo el volcán” es fácil deducir la parábola. Sobre él no dijeron ni mú.