Los dioses en paro, las piernas en crisis
Perder no es una tragedia, no es una catástrofe, no es el fin del mundo. No puede enceguecer a los aficionados, hasta llevarlos a la esclavitud de los pensamientos y sentimientos destructivos y malignos. El fútbol entra por los ojos y por los oídos lo que justifica el desagrado de los aficionados, a la espera del tiro de gracia para liquidar el partido, que nunca llegó.