Las balas y el futbol
Que las balas tronaban en las calles y, al tiempo, rodaba la pelota en los estadios, dicen los periodistas argentinos, con gestos adustos y discursos melindrosos, teñidos de falsa solidaridad.
Que las balas tronaban en las calles y, al tiempo, rodaba la pelota en los estadios, dicen los periodistas argentinos, con gestos adustos y discursos melindrosos, teñidos de falsa solidaridad.
Empiezo por reafirmar que no soy indiferente, ni tomo distancia, con el país en crisis. Que me gusta marchar. Que estoy vacunado, pero siento temor. Rechazo, rotundamente, la tendencia maniqueista de dividir los conflictos y sus actores entre buenos y malos, en azarosa dicotomía.
Bohemio puro, futbolista genial. En él, una copa y un balón. La noche lo sustrajo de las canchas, donde brilló a pesar de las interrupciones de su carrera; su gambeta embelleció el juego. Futbol arte, tranco largo, inteligente pase, y gol.
El tiempo ha demostrado que, aunque celebrada con júbilo, por lo luchada y legítima, la Copa Libertadores que tituló al Once Caldas, dejo secuelas poco reconfortantes. Hay quienes creen que alguna maldición tuvo aquella conquista. La peor víctima el profe Montoya quien hoy, inmóvil, es ejemplo de vida.
Así la copa Libertadores siga su camino, con las trabas de la pandemia; se prepare, con freno de mano, la copa América, o ingrese en los tramos de cierre el torneo local, en medio de polémicas.
En escombros mi fábrica de ilusiones. Un motivo importante de mi vida, el Once Caldas, se ha derrumbado, en espeso ambiente, con la peor versión de muchos años. No entro en comparaciones con los equipos campeones del pasado, ni los que nos dieron felicidad por su brillo.
Las aptitudes de Freddy Guarín, como futbolista, son reconocidas, con influencia en sus equipos e impacto entre el público. Famosos, su juego y sus goles, como impecable su conducta dentro de las canchas.
Talento en sus piernas, vacía su cabeza. Su esplendor, al lado de celebridades de fino futbol en River Plate en la Argentina, donde se le honra como uno de los mejores de la historia. Cortos fueron sus recitales futbolistas en Colombia, ya veterano, con 38 años, pero tan deliciosos y suficientes para permanecer en los recuerdos.
Inflaba el pecho Colombia en la Copa América de 2001, como campeón reinante. Maturana, el técnico, e Iván Córdoba, el capitán, exhibían orgullosos el trofeo por el flamante título. Ni el Pibe, ni “la gambeta” Estrada, ni Higuita, ni Rincón, figuras del pasado, estaban en la nómina renovada.