La escena es patética: sin despegar sus ojos del celular, una pareja hace fila para pedir unas hamburguesas en combo. El cajero despacha a toda velocidad a los clientes tomándoles tan rápido como puede sus pedidos. Poco después, los comensales recogen sus alimentos y se sientan.
En ese afán por ser más visibles en redes sociales o generar más tráfico digital, muchas empresas están arriesgando su reputación al tiempo que escudan su decisión en el cliché de “atraer nuevas audiencias”.
En el Mundial de fútbol de Catar 2022 hemos comprobado que la realidad aumentada se abre campo, el contenido audiovisual se sofistica y se convierte cada vez más en el foco de atracción. Twitter parece ir un paso atrás hacia el futuro, así la gente siga escribiendo lo que le plazca en la red del pajarito.
La desconfianza hacia el periodismo es muchas veces merecida, no solo porque los medios tienen intereses comerciales, sino porque el periodista ha aprovechado su lugar para persuadir en lugar de informar y últimamente hasta ha disfrazado lo que publica en redes sociales con tal de ganar dinero o fama.
Oímos que el ex fiscal anticorrupción de Colombia es corrupto y que el secretario de Seguridad de Medellín es peligroso. Que nos disculpen todos, pero tantos hechos contrarios justifican nuestra total desconfianza.Al posesionarse como fiscal, Néstor Humberto Martínez dijo: “Más cárcel y menos gabelas para los corruptos”. Al final, sin embargo, pasa lo mismo, llegan anuncios que prometen justicia
