
Donde mires, ¡hay colores!
Mi vida alocada me hizo pensar en los colores. Acepté que nos rodean, que van de camino a todos lados, que se pegan a nosotros como los dedos en la miel, que viajan en carro, en autobús, en bicicleta.
Mi vida alocada me hizo pensar en los colores. Acepté que nos rodean, que van de camino a todos lados, que se pegan a nosotros como los dedos en la miel, que viajan en carro, en autobús, en bicicleta.
Me encontraba parada en el magnífico puente Sant’Angelo de la ciudad de Roma. Recordaba al emperador Adriano, quien hizo construir esta obra para cruzar el río Tíber.
Unas cien veces me había parado en la base de las montañas para llevar los ojos hasta las cimas. Subir sus laderas cubiertas de pasto, de árboles, de flora, era un ejercicio activo, más de esfuerzo físico y compromiso que de mirar, desde la parte baja, la cúspide de estas elevaciones de tierra. Pero yo simplemente las miraba.
A los tres años, Laura tenía los cabellos cortos, los ojos negros, los cachetes sonrojados, una piel muy blanca. Se quedaba de pie como las momias, al borde de los senderos. Se resistía a caminar con sus vestidos cortos de tonos suaves, sus medias blancas y los zapatos de trabilla que usaba. No quería dar un paso en ninguna dirección. Luego se sentaba sobre la arena del camino, jugaba con las piedras
El conductor del bus pasa raudo por Sasaima. La temperatura comienza a subir tras dejar atrás la zona de páramo. Se ven casas y haciendas por la carretera, que a esa hora se encuentra atestada de camiones de carga y autos particulares.
La vida de los emperadores romanos fue resultado de una tupida telaraña que se tejió en medio de intrigas, infidelidades y ambiciones humanas. Mientras se mantuvo a Roma como la ciudad más poderosa del imperio romano, hombres como Nerón, Julio César, Augusto, Trajano,
Compré un tiquete para visitar dos sitios turísticos. Escogí la segunda opción –porque el día era corto– sin remordimiento, sin apretar los labios del posible susto que me daría después. Subí al bus que estaba a punto de arrancar de la estación. Esa mañana, pocos pasajeros me acompañaban en la odisea de conocer lugares de gran impacto cultural.
Observar el desplazamiento del tren que viajaba por encima de los rieles, era el placer de muchos niños bogotanos. Escuchar su traqueteo para examinar de lejos la trompa de la locomotora, era otro reto, quizá el más placentero, porque antes de que la máquina frenara en seco en la estación correspondiente, los niños ponían encima del hierro las tapas de gaseosa que guardaban
Fue la hija “más política” del Presidente de Pakistán. Creció dentro de un hogar donde las cartas a jugar eran el respeto y la equidad de género. Benazir y sus tres hermanos –dos varones y una mujer–entendieron desde pequeños que cualquier responsabilidad, como las labores de casa, se asumían conjuntamente: limpiar, preparar las cenas, leer juntos el Corán, educarse en una escuela, eran oportunidades de hombres y mujeres por igual
Bruno, mi personaje imaginario, camina a diario por los montes como si fuera un escalador profesional con diploma hecho en pergamino. Conoce los parajes que rodean su rancho mejor que un citadino. Sabe dónde están los arroyos, las hormigas y los bosques. Escucha a los pájaros cada cierto tiempo.